La democracia soy yo

Por si alguien no se había enterado, sus irredentos partidarios lo han dejado meridianamente claro; quien osa criticar a Sánchez ataca a la democracia.

Estábamos acostumbrados a que personajes de todo pelaje viendo expuestas sus vergüenzas se envolviesen en banderas varias. Según el caso puede ser la enseña nacional, las banderas autonómicas o la de un club de futbol. Da igual, de lo que se trata es de escudarse en “el pueblo” representado por un símbolo y justificar sus fechorías en el bien superior de su protección.

Lo que resulta más novedoso, aunque no digo original pues nada nuevo hay bajo el sol, es hacerlo patrimonializando todo un sistema político. Porque, en el caso que nos ocupa, el personaje no se ha limitado a resguardarse al abrigo de la democracia, no, ha ido mucho más lejos; ha subsumido la democracia en su persona. Él es la democracia como vocean sus inquebrantables seguidores y de ahí que, poner en tela de juicio sus méritos o aflorar sus defectos sea tanto como atentar contra la democracia.

Claro está que para lograr que Sánchez y democracia sean sinónimos es preciso desnaturalizar y achicar mucho, muchísimo, dicho sistema político. Una tarea no por compleja imposible como se ha visto en otros lares y a la que en España se lleva décadas dedicando esfuerzos. Así, poco a poco, para no espantar, y con el beneplácito del sano pueblo, se ha ido ahormando el sistema democrático a las necesidades e intereses de quienes ostentaban el poder económico, político y social de turno hasta convertirlo en algo maleable y reducible. Justo es decir que no todos han ejercido con la misma vocación e intensidad esta labor, pero, por acción u omisión, en mayor o menor medida muchos son los que han ido empedrando el camino que, en los últimos años, Sánchez ha convertido en autopista.

Con un apego desmedido al poder y aprovechando un terreno ya abonado para exacerbar maneras autocráticas, Sánchez ha dado un notable impulso a la reducción de la democracia a su medida. En sus fines recuerda mucho a la “tzantza”, esa práctica del pueblo indígena shuar, habitante de la Amazonia ecuatoriana y peruana, consistente en reducir cabezas. Si para los shuar tenía un significado religioso, en el caso del descreído Sánchez responde más a una forma de ocupar el poder y someter el estado a su servicio.

Así, mientras los indígenas creían que reduciendo la cabeza de un enemigo tomaban su espíritu obligándole a servir al reductor, Sánchez tiene la convicción de que reduciendo el régimen democrático nacido de la transición del 78 podrá apropiarse de sus restos. Y si los shuar hacían de las cabezas reducidas instrumentos intimidatorios frente a sus enemigos y las exhibían orgullosos como trofeos del vencedor, lo mismo hace Sánchez cada vez que reduce un espacio democrático enarbolando la hazaña como conquista.

Con la conspiración ultraderechista como escudo y arma arrojadiza, que para todo vale, Sánchez ha pretendido ir haciendo de la democracia y de su persona la misma cosa. Aunque siendo algo más precisos cabría decir que más que ser él en singular la democracia lo son él y «sus circunstancias». Tanto es así que, sin pudor alguno, en su investidura exhibió un nuevo y profundo recorte a la democracia levantando un muro con el que aislar a más de la mitad de los españoles tachándolos de peligrosos reaccionarios. Obviamente en el lado bueno y “democrático” del muro se situaban él, como dueño y guardián, y «sus circunstancias», es decir, todos sus correligionarios y aquellos que no siéndolo dependen de él, sea para asegurar poltronas, medrar o avanzar en sus aventuras comunistas y nacionalistas.

Son esas “circunstancias” las que, al ver señas de abatimiento en su idolatrado líder, han salido a las redes y a las calles a pedirle que, por todo lo que más quiera, no se vaya. No puede desfallecer; el muro no puede quedar sin constructor y protector. Aún resta mucho por recortar para frenar el avance de las hordas fascistas antes de que la consolidación de una democracia reducida a la medida de Sánchez y sus circunstancias lo impida definitivamente. 

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