Una visión personal

Caer en el adoctrinamiento es fácil; basta acostumbrarse a aceptar ver las cosas tal y como nos dicen que son. Evitarlo pasa por tener un punto de vista propio.

A medida que uno cumple años y acumula experiencias y conocimientos va descubriendo que muchas cosas no son como nos las pintaron. Sea a la fuerza, al toparse con la realidad, por un descubrimiento casual o tras un ejercicio de indagación y reflexión, el hecho es que es frecuente comprobar que habíamos vivido en un error. Lo malo no es haberse equivocado, algo de lo que nadie está libre, sino carecer de la capacidad de tomar nota cuando surge la oportunidad y, aún peor, la falta de voluntad para reconocerlo y aprender de ello.

Hace ya años la fortuna quiso que cayese en mis manos un viejo libro de fábulas. Ojearlo fue como viajar a la niñez. Leyendo una de las más famosas, la de la “Hormiga y la Cigarra”, tuve la impresión de que la moraleja que nos enseñaron de pequeño era, cuando menos, sesgada. Mientras que la Cigarra se nos presentaba como una holgazana sólo interesada en divertirse, el modelo a imitar era la Hormiga; ejemplo del valor del esfuerzo y el trabajo. Releyéndola con ojos adultos, constaté que la fábula ofrecía  otras interpretaciones. Si bien la Cigarra no destacaba por previsora, al menos estaba dispuesta a pagar por el grano que pedía y, la Hormiga, además de vengativa resultaba ser poco caritativa. Dos facetas de la Hormiga que visto está se nos ocultaron, y ello a pesar de que el autor lo subrayase en el texto: “La Hormiga no es generosa, ese es su menor defecto.” Al poco, ahondando en la vida del genial De La Fontaine, sospeché que él se identificaba más con la Cigarra.   

Entre enseñar a observar por uno mismo y decir lo que hay que ver, media un abismo. Una diferencia que, a poco que nos descuidemos, deviene en adoctrinamiento y que, por desgracia, tiende a ser frecuente. Construir el relato que a uno más convenga y propagarlo como cierto está a la orden del día y de ahí a inculcar las ideas más irreales sólo va un paso. El mejor antídoto contra semejante afán tóxico es procurar tener un punto de vista propio de las cosas. Algunos tienen la suerte de haber adquirido esta capacidad de buenos maestros, otros lo valoran y logran con el tiempo, pero, a tenor de lo que se ve por los ambientes, muchos se conforman con tomar prestado y hacer suyo el punto de vista de otros.

Sin duda, quienes propagan y asimilan puntos de vista sesgados, basados en medias verdades o sencillamente falsos no siempre lo hacen adrede. Aunque el origen de las visiones interesadas suela ser intencionado, muchos de quienes las divulgan y aceptan como ciertas ejercen de meras correas de transmisión en un caso o, de meros sujetos pasivos, en otro. Generalmente responde a causas varias, lo mismo que la ignorancia, siendo la comodidad denominador común. Porque tener una perspectiva autónoma, amén de curiosidad y esfuerzo para saciarla, suele acarrear incomodidades que no todos están dispuestos a aceptar.

Recientemente, escuchando a un guía describir un entorno histórico, constaté una vez más la facilidad con la que se transmiten y reciben visiones tan parciales que sólo aportan incultura. En esta ocasión lo que se callaba junto a lo que se subrayaba y la relevancia dada a lo anecdótico conformaban los ingredientes del relato. No se dijo nada que no fuese cierto o verosímil, pero se acentuaron en demasía algunos hechos y se ocultaron otros de notable trascendencia. Que el guía se atuviese por convicción o simple pragmatismo al libreto impregnado de ideología puede hasta tener un pase. Ahora bien, que los guiados, todos ellos supuestamente formados con estudios superiores, ni se inmutasen, que sólo se interesasen por las anécdotas y no requiriesen explicación alguna de silencios que, a la vista del entorno, eran clamorosos, es más que preocupante.

Tener un punto de vista propio, siendo enriquecedor y sustrato de independencia no es incompatible con compartir gustos, ideas o creencias. Lo que permite es hacerlo libremente, con conocimiento de causa, y no sólo por mera adhesión. De lo contario, acabar siendo adoctrinado es harto probable. Claro está que esto no deja de ser una visión personal.

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