Siendo el máximo anhelo de la humanidad no puede limitarse a significar únicamente ausencia de guerra o mero clima de armonía. Tan ancestral desiderátum humano debe ser un estado más pleno, profundo y elevado.
El pasado 15 de agosto, con ocasión de la Solemnidad de la Asunción de María, el Custodio de Tierra Santa invitó a sus hermanos franciscanos a rezar por la paz en Gaza y en el mundo. Su carta me evocó mi visita a la Abadía de la Dormición en Jerusalén, lugar que rememora la entrada al cielo de la Virgen María en cuerpo y alma. Misterio conocido inicialmente como la “Dormición de la Virgen”, en el siglo VII pasaría a llamarse “Asunción de la Virgen”, siendo hoy dogma de fe. Sita en el monte Sion, el espacio más recogido de la basílica es su cripta cuyo centro lo ocupa una escultura de la Virgen dormida. Destaca su sencillez y la paz que se respira en su interior.
Alentado por este recuerdo me pregunté qué sería esa paz ansiada por el franciscano. ¿El fin de las guerras?, sí, pero no exclusivamente; el deseo expresado en su carta es más amplio y profundo. Citando el Apocalipsis habla de un combate más atemporal y trascendente contra el mal; el librado por las milicias lideradas por san Miguel Arcángel cuando, apareciendo en el Cielo el signo de la Mujer a punto de dar a luz, surge el dragón infernal desatándose contra sus hijos.
Vista esta referencia, la paz se nos revela como un concepto denso y complejo que, según las civilizaciones, culturas y credos, toma sentidos diversos ya sean específicos o amplios y difusos. Ausencia de violencia, justicia, concordia, amistad o tranquilidad, entre otros. No obstante, siendo tan variada la gama de significados, todos parecen apuntar hacia una idea común; que la paz es el fundamento de un desarrollo humano pleno. Por tanto, como tal cimiento, la paz ha de ser completa, carente de desorden generador de inquietud y libre de toda imperfección que provoque sentimientos de culpa.
Considerando estos atributos vengo en pensar que el reflejo más mundano de la sensación de paz que sentí en la cripta de la Dormición es la inocente mirada de un niño. Sí, la de esa inocencia que emana de un estado del alma infantil limpia de culpa y libre de miedo. Porque ¿acaso no es ese estado, exento de tacha, la fuente de semejante sensación de placidez y confianza? Y si la ausencia de todo mal y culpa es lo que confiere tanta paz a la inocente mirada infantil, ¿no será que esos son los preciosos elementos que conforman la paz?
Mi conclusión es que así es y por ello, respondiendo a ¿qué es la paz?, me atrevo a afirmar que es aquel estado exento de mal, de total ausencia de pecados propios y ajenos; de completa inocencia. A la par creo que cada vez que pecamos, apartándonos de lo recto y justo, contribuimos al mal perturbando nuestra paz y la de los demás.
Por otra parte, si la paz es un estado tan perfecto, debemos asumir que, siendo las personas tan vulnerables al mal y proclives al error, lograr la paz no está al alcance de nuestras fuerzas humanas. De ahí que no ha de extrañar que sea el máximo desiderátum humano, el no va más de nuestros anhelos incumplidos y nuestro mayor deseo para quienes mueren; que descansen en paz.
Por ello, los creyentes profesamos que la paz viene de lo alto, de un Dios cuya paz en la tierra se manifestó a los hombres en Jesucristo salvador de la humanidad, pues sólo Él puede rescatar nuestra inocencia redimiéndonos completamente de nuestros pecados y llevarnos a la paz en un mundo futuro.
Entre tanto, esta creencia no nos exime de colaborar personalmente a que haya más paz. Al contrario, no basta con exigírsela a gobernantes y poderosos, que es lo acostumbrado, es deber de cada persona contribuir a la paz en su entorno procurando no pecar; siendo justos y rectos. Y, para lograrlo, dadas nuestras flaquezas, nada hay más eficaz que hacer lo que el fraile nos pedía, acudir a la poderosa intercesión de la Virgen para que su Hijo nos ayude, pues, como señaló san Pablo, Dios puede hacer mucho más de lo que nosotros podemos desear (Ef. 3.20).

precioso Javier
Yahoo Mail: Busca, organiza, conquista
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Gracias María. Cuídate.
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