Del entorno y sus gentes

Ni la idea de que el entorno se circunscribe al medio natural es cierta ni que cuidar la naturaleza sea el eje del bienestar; las pequeñas acciones de buenas personas anónimas sí lo son.

Aunque se haya implantado una visión reduccionista del concepto de entorno identificándolo casi exclusivamente con la naturaleza, la realidad es que el ambiente en el que vivimos es algo mucho más complejo. Nuestras vidas se desenvuelven en entornos naturales y sociales mutuamente interdependientes en los que, junto a factores naturales, juega un papel decisivo la acción humana individual y agregada.

Que los elementos naturales influyen en nuestras vidas y muchas veces de manera determinante, es incuestionable. No obstante, otorgar la preeminencia que se le da a la naturaleza y a su protección para asegurar un ambiente vivible arrumbando otros factores esenciales es un craso error. La abundancia de personas con actitudes y conductas sociales positivas es la base de una sana convivencia; de ahí que haya que poner en valor y promover los comportamientos tan anónimos como vitales de tantas buenas gentes como existen.

No se trata de tener que decidir que es más prioritario o relevante, sino de evitar caer en reduccionismos excluyentes a la hora de hablar de cuidar el entorno tal y como sucede en la actualidad. Basta buscar en internet las palabras “cuidar el entorno” para constatar que la inmensa mayoría de los resultados se refieren a la protección o conservación del entorno natural. Más o menos todos los artículos nos hablan de acciones para cuidar el medio ambiente, proteger la fauna y flora o incluso salvar el planeta. En cambio hallaremos muy pocos que se refieran al entorno como ese espacio en el que convivimos y sugieran modos de comportarse que lo hagan más habitable.

 Claro está que evitar degradar el agua o el aire reduciendo los vertidos de agentes contaminantes es muy necesario para gozar de un entorno sano, ¿pero acaso no es, cuando menos, igual de importante no sembrar cizaña para procurar una convivencia pacífica? Reciclar, ahorrar energía o utilizar transporte público también son pautas muy recomendadas para cuidar el entorno y a cuya promoción se destinan ingentes recursos públicos. Por el contrario, fomentar ser amable, pedir por favor y dar la gracias, excusarse, ser honesto y honrado, tener modales o esmerarse por hacer bien el trabajo no parecen contar, y sin embargo marcan, y de qué manera, la calidad del ambiente en el que vivimos.

En una relación de aspectos comparativos cabría incluir otras muchas conductas propias de la concienciación ecológica imperante, pero sólo me detendré en unas particularmente llamativas. Se trata de aquellas relativas a la protección de la fauna. Que la salvaguarda de los animales ya sean domésticos o silvestres se ha convertido en todo un movimiento profusamente impulsado cuya ideologización llega a límites insospechados es una evidencia. Y no seré yo quien no critique el maltrato animal o no defienda preservar la biodiversidad. Ahora bien, ¿por qué no se pone tanto énfasis en el cuidado de nuestros prójimos, particularmente los más cercanos?

Si proteger a la fauna y sus hábitats es obligado para poder vivir en un entorno digno del ser humano, es de suponer que hacer lo propio con las personas también debería ser condición necesaria e indispensable para asegurar un buen clima social. La cuestión es si este aspecto del cuidado del entorno recibe la atención que merece.

Me temo muy mucho que no, más bien al contrario. La agresividad reinante, el frentismo dominante no es casual. Como tampoco el menosprecio de los más necesitados del que escribía el otro día. Muy poco, casi nada, se hace para promover las buenas relaciones humanas, el buen ambiente en los trabajos, vecindades y hogares. Sí en cambio se estimula y mucho la autorrealización que no sé muy bien qué es y no digamos el individualismo. Y hablando de hábitats, lejos de proteger y preservar el que sin duda es el más determinante en la socialización, la familia, los esfuerzos se han centrado en su desestructuración.  

Ante semejante panorama, regido por un egoísmo utilitarista en el que saludar en el ascensor o dejar un asiento en el autobús se está convirtiendo en la excepción y vivir en soledad una tendencia, cabría caer en el pesimismo. No obstante, siempre nos queda la esperanza  de tantas personas anónimas como las hay que, por ser buenas gentes, con sus pequeñas acciones cotidianas son los que realmente sostienen la sociedad y mejor cuidan del entorno incluyendo el natural.

2 comentarios sobre “Del entorno y sus gentes

  1. Qué cierto Javier, estamos en la sociedad de la zafiedad y da gusto cuando encuentras a alguien agradable y tranquilo. Cuántas veces a nosotros mismos se nos olvida ejercitarlo

    Yahoo Mail: Busca, organiza, conquista

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