“El saber no ocupa lugar”

Quién fuese el autor del aforismo, no estuvo fino. Si cierto es que el saber nunca estorba ¡vaya si ocupa tiempo!; tanto como el que precisen los esfuerzos requeridos para obtener sus muchos beneficios.

Anhelar saber está en la naturaleza humana. Raro, muy raro, es el niño que no pregunta. Lo que apaga el fuego de la curiosidad es la falta de voluntad que lleva a optar antes por la ignorancia que por el esfuerzo que se requiere para saciarla. La ignorancia no brota tanto de la carencia de conocimientos como de la resistencia a adquirirlos. Una actitud que, no por frecuente, no deja de tener un alto precio, pues quienes no están dispuestos a aprender y discernir están condenados a aceptar cualquier cosa.

Dado el ambiente de pragmatismo utilitarista reinante, no es infrecuente escuchar a alguien preguntarse para que sirve saber algo que no tenga una aplicación inmediata concreta o, mejor dicho, un retorno económico potencial.  Aunque vivamos en la llamada sociedad de la información y el conocimiento, parece que a una buena parte de la población no le interesa mucho aprender. Un fenómeno que no sólo es atribuible a la responsabilidad de cada persona, sino en gran medida al modelo informativo y educativo prevalente desde hace décadas.

De hecho, la educación, desde la escuela a la universidad, está cada vez más enfocada a una suerte de saber práctico. Orientada principalmente al mundo laboral, a lograr trabajadores más competitivos, deja en un segundo plano, cuando no obvia, la formación integral de las personas, incluida la espiritual.

Muestra clara de esta deriva es la paulatina pérdida de relevancia que han venido sufriendo las humanidades. Asistimos a un proceso de profesionalización del saber cuya brújula es el mercado. No interesa formar a las personas para que sean mejores, para que tengan mejor criterio y más capacidad de juicio crítico. Se buscan empleados “útiles” que sepan lo justo para desempeñar una labor concreta, de ahí que se descarte todo lo que erróneamente se estima inútil.

Lo grave es que, con este enfoque formativo se está privando a las personas de los enormes beneficios generados por saberes más completos y de mayor calado. Porque saber más y mejor agranda a las personas, las hace crecer y aspirar a horizontes más elevados. Permite comprender mejor lo que leen, escuchan, ven y sienten, otorgando referencias para relacionar todo lo que aprehenden los sentidos. Ayuda a estar a la altura que un ser humano merece, a tomar decisiones más autónomas y mejor informadas.

A la par, profundizar en el conocimiento de algo, no contentarse con lo básico para salir del paso, superar la prueba o resultar ser “útil”, permite conocer mejor lo que acontece en nuestra vida y en el entorno. No se trata de saberlo todo, anhelo imposible de saciar, pero cuando menos descubrir lo poco que uno sabe de todo. De ahí que el saber sea un magnífico aliado de la prudencia y antídoto contra todos los males que se derivan de la ignorancia, la arrogancia y la soberbia.

Antaño, acceder a cierto grado de saberes podía ser difícil, complicado y hasta heroico.  Sin embargo, hoy en día, junto a una oferta extraordinaria de informaciones y conocimientos parciales y precarios, casi de usar y tirar, también existen muchas fuentes solventes y rigurosas. Sitios donde poder achicar nuestra ignorancia sobre las cuestiones más diversas. En este sentido, las redes sociales, que también tiene su lado bueno, prestan una notable ayuda a la difusión de enseñanzas dignas de dicho nombre.

Podría citar muchas fuentes, pero por tratarse de una criatura recién nacida, por la audacia de abordar con rigor una temática tan compleja como relevante, recomiendo el nuevo canal «Economía y Acción». Destinado a informar, formar y debatir sobre aspectos esenciales de la dinámica social e histórica, ha iniciado su andadura con un ciclo de conferencias titulado «Economía y Acción Humana». De la mano de su ponente, el catedrático Rafael Rubio de Urquía, que, amén de hermano, goza de un merecido prestigio en la materia, cualquier persona con deseo de entender y paciencia, podrá conocer los fundamentos que le permitan formarse un mejor criterio sobre las enormes transformaciones que está sufriendo nuestra sociedad y las dinámicas sociales subyacentes.

Sólo me resta concluir que “el saber sí ocupa lugar” y que, cuanto más lo ocupe en nuestra vida, mejor uso podremos hacer de nuestra inteligencia, nuestros sentidos y nuestra libertad.

2 comentarios sobre ““El saber no ocupa lugar”

  1. Excelente e iluminador articulo. El saber si ocupa lugar, el mejor tiempo de nuestra vida, nos hace mejores y nos capacita para hacer mejor el mundo que dejamos a los demas.

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