Del poder de la oración

Muchos son quienes se sorprenden, incluso se mofan, de que aún existan españoles que, para combatir males y protegerse de peligros, se juntan para rezar. No deberían subestimar su fe.

Siendo la convocatoria más conocida la de la calle Ferraz en Madrid, cerca de la sede central del PSOE, son muchas las localidades en las que gentes de toda edad y condición se reúnen en la vía pública para rezar el rosario por España. Entre ellos numerosos jóvenes que, ante la gravedad de la situación política, han optado por encomendarse a su mejor abogada, la Virgen María. No todo el mundo entiende que cuando un católico desea algo de corazón, reza. En este contexto, próximas las festividades de mi patrono, de la Inmaculada y del inicio del Adviento, tiempo de esperanza, tanto desdén sobre el poder de la oración me ha llevado a dejar aquí algunos apuntes.

A sus 46 años, un gélido 3 de diciembre de 1552, en una choza, consumido por la pobreza y la enfermedad, moría san Francisco Javier en el islote de Shangchuan, en la costa sur de China. Tras tanto esfuerzo evangelizador de la India al Japón, quedarse a 14 km de su ansiado objetivo, China, pudiera parecer un fracaso. Al contrario, porque el celo apostólico del “divino impaciente” enraizado en humildad, devoción a la Virgen y entrega a Jesucristo ha dejado durante siglos una profunda huella universal. Su secreto fue su fe y confianza plena en el poder de la oración. Las afamadas cartas del Patrono de Oriente y su “Catecismo breve” muestran a un incansable orante cuyo ejemplo se convertiría en guía de incontables gentes de todo el orbe. Entre tantas, tres siglos después, de quien sería nombrada junto a él Patrona Universal de las Misiones; santa Teresita del Niño Jesús. 

Si aquél intrépido viajero de Cristo no daba un paso sin rezar, Teresa de Lisieux (1873 -1897) haría de la oración la razón de ser de su corta existencia. La jovencísima carmelita descalza, Teresita, como gustaba llamarse, de salud frágil, sin salir de su convento hallaría en la oración por los misioneros la mejor respuesta a su propia vocación misionera. Aun muriendo a la temprana de edad de 24 años, tan excepcional fue su legado, por su sencillez y profundidad, a tantas personas ha inspirado su vida y autobiografía «Historia de un alma” que, en 1997, fue proclamada doctora de la Iglesia siendo hoy una de las santas más conocidas y apreciadas en el mundo.

Curiosamente, a los dos santos además del ardor evangelizador les unía el vínculo de un rezo particular. Según su hermana, santa Teresita celebraba siempre la Novena de la Gracia en honor a san Francisco Javier porque “por medio de esta novena se obtiene todo aquello que se desea”. Debiendo su nombre a su origen en la intercesión del santo en la curación milagrosa del jesuita Marcelo Mastrilli, herido de muerte preparando en 1633 el altar para la celebración de la Inmaculada, desde entonces del 4 al 12 de marzo, aniversario de su canonización, fieles y comunidades de todo el mundo se unen a la celebración de esta novena confiando en el poder de la oración.

Retornando a los rezos de la calle Ferraz, como último apunte merece señalar la particularidad del sitio donde tienen lugar; frente al santuario de la Congregación de Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María. Conocidos como Claretianos, su fundador, san Antonio María Claret, encomendó en el siglo XIX la salvación de España al rezo del rosario. Además, estando próxima la festividad de la Inmaculada como patrona y protectora de España, cabe subrayar que para el santo Claret la Concepción Inmaculada tiene una doble dimensión; personal, como plenitud de gracia y preservación de todo pecado, y social, en un sentido apostólico de lucha contra el mal, como la Mujer y Madre que, en el plan de Dios, es la vencedora de la serpiente.

Para concluir cabe recordar que la devoción a la Purísima de los españoles es secular, muy anterior a su proclamación como patrona de España en 1760 y a la definición del  dogma inmaculista en 1854. Pues, como reiteró san Juan Pablo II, España es tierra de María, un hecho que no deberían olvidar quienes desprecian a quienes rezando el rosario buscan confiados su maternal manto protector en estos difíciles tiempos de tribulación y prueba. Nunca debe subestimarse el poder de la oración.

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