Razones del corazón

Muchas son las vidas que hacen del dolor y el sufrimiento fuente de amor y paz. Cuando el azar nos brinda la oportunidad de conocer alguna, nos hace mucho bien.

La inmensa mayoría pasan desapercibidos, pero la historia de la humanidad está jalonada de infinidad de seres anónimos que, bebiendo a diario de la copa de la amargura ,transforman sus acidos tragos en dulce esperanza. Sus vidas son los hilos de esa urdimbre que hace admirable la vida. No son menos vulnerables al sufrimiento ni más resistentes al dolor o la pena; como los verdaderos valientes también sienten el miedo. Tampoco es que se hayan resignado a padecer. Sencillamente son más sabios.

Para unos, los más sencillos y exentos de pliegues, es innato, otros lo descubren con  tiempo y esfuerzo. Todos gozan de esa sabiduría que enseña que las verdades esenciales no se alcanzan con el conocimiento que provee la ciencia y el intelecto, sino con el lenguaje que sólo el corazón entiende. Es mirando y escuchando con el corazón como son capaces de hacer que florezca la compasión, el perdón, la paz y la esperanza allí donde habita la desgracia y la desesperación.

La mayoría de estos sabios dejan huellas en su entorno más cercano mientras que las  de otros, por haberles descubierto algún cronista, tienen ecos más lejanos. Entre tantos, también los hay que, por superlativos, iluminan el espacio y el tiempo atrayendo su luz a multitudes. En estos días de oprobio, sin buscarlo, la fortuna, de la mano de mi mujer y de su amiga Inma, ha querido que en mi camino se cruce un libro que narra la vida de uno de estos seres extraordinarios. Titulado Réquiem por Nagasaki (1988), fue la primera obra del misionero marista y escritor australiano Paul Glynn.

Shūsaku Endō, célebre autor japonés, más conocido por su libro Silencio, llevado al cine por Martin Scorsese, resume en el prólogo las cualidades que hicieron del personaje Takashi Nagai (1908 – 1951) un ser humano extraordinario venerado en Japón: En él descubrieron los japoneses lo que hace mucho tiempo la guerra había sepultado: el amor. (…) Tanto a cristianos como a no cristianos les conmovió profundamente la fe en Cristo de Nagai, comparable al Job de las Escrituras; en medio del desierto nuclear mantuvo el corazón sereno y en paz, sin mostrar resentimiento hacia nadie, ni maldecir a Dios.

Paul Glynn (1928), que ha dedicado su vida a la reconciliación de Australia y Japón siendo laureado por ello por ambos estados, narra la vida del médico Takashi Nagai; decano de radiología de la Universidad de Nagasaki cuando el 9 de agosto de 1945 fue arrasada por la bomba atómica lanzada desde un B-29 norteamericano. Superviviente de la explosión, el doctor Nagai, víctima de  una mortal leucemia causada por la radiación que acabaría prematuramente con su vida a los 43 años, lejos de caer en el abatimiento, el odio y el rencor, dedica todas sus menguantes energías a sanar física y espiritualmente a sus vecinos asolados por la guerra.

Pero si asombrosos son los actos de generosidad del doctor Nagai tras la terrible explosión, no menos excepcional es su trayectoria personal. Porque, como si se hubiese ido preparando para tan extraordinario final, Nagai irá descubriendo año a año, sin renunciar a sus raíces culturales, más aún, ahondando en ellas, la sabiduría que encierra el corazón. Con maestría y profundo conocimiento de la cultura nipona, Paul Glynn enmarca en ella y en su historia el viaje vital de Nagai desde su infancia. Una peregrinación que le lleva desde el sintoismo familiar, a la fe ciega en el conocimiento científico  y el ateísmo hasta su conversión al catolicismo que reconcilia con la ciencia.

Un precioso libro que sana enseñando que la vida y obra del doctor Takashi Nagai es fiel reflejo de aquel pensamiento que nos legó quien fue uno de sus grandes inspiradores, el genio Blaise Pascal: “El corazón tiene razones que la razón no alcanza a entender”.

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