Ligereza ambiental

Todos los asuntos pueden abordarse de muchas maneras: con rigor o superficialmente entre otras. Oscar Wilde era partidario de tratar los temas ligeros con seriedad y los asuntos serios con ligereza; actitud que sin duda facilita la felicidad, pero cuando hay que afrontar problemas importantes puede hacer mucho daño. El caso de los retos medioambientales es paradigmático.

En mayor o menor medida la ligereza, animada por el consumismo, la felicidad inmediata o el predominio de la imagen y la sensualidad, ha ido impregnando casi todos los ámbitos de la vida. Hoy lo duro, lo difícil, expuesto crudamente provoca rechazo, de ahí que se tienda a presentarlo suavemente, amigablemente, sin provocar infelicidad. Pero la realidad, que con el tiempo tiende a manifestarse tal cual es, a veces resulta dura y compleja; la felicidad consumista es muy dulce hasta que llegan las facturas y la cartera no da.

Los asuntos ambientales, lejos de ser ajenos a esta corriente de ligereza, han sido víctimas de este síndrome que, cual sombra, los ha acompañado desde hace demasiado tiempo. De hecho, razón principal de muchos de los retos ambientales que hoy son tan acuciantes ha sido la frivolidad con la que se han tratado sus causas y efectos. Pero habiendo sido perniciosa esta actitud, no menos dañina y más alarmante es su persistencia y arraigo aun en estos tiempos en los que tantos dicen lamentar las consecuencias.

No seré yo quien niegue los avances alcanzados en la consideración de la relevancia del entorno natural ni reste un ápice de mérito a la dedicación de tantas personas y entidades. Por experiencia me consta el esfuerzo ímprobo que ha requerido cada paso. Precisamente por ello, consciente del lastre que han supuesto para la conservación del entorno actitudes de ligereza y menosprecio, provocando su descuido y degradación y del perjuicio ocasionado a la sociedad, preocupa que lacra tan nociva perviva tan arraigada.

No es este espacio para extenderse con ejemplos. Tampoco deberían ser necesarios. Cualquier observador mínimamente objetivo puede constatar que, junto a los numerosos esfuerzos comprometidos en curso en materia ambiental, persiste, en exceso extendida, la ligereza. Tomarse en serio el tema empieza por otorgarle la importancia que tiene en sí mismo, sin reducirlo a mera coartada para otros fines. Supone no subestimar los efectos de su degradación y afrontarlo en profundidad, con rigor y previsión, no con urgencias voluntaristas improvisadas. Implica no fiarlo todo a parches coyunturales por muy tecnológicos, eficientes y rentables que sean. Exige en fin no desvirtuar los retos y reconocer sin ambages que cuidar el medio ambiente no es ni sencillo ni barato.

Entre las muchas evidencias de que las dolencias ambientales siguen en gran medida padeciendo de ligereza en su diagnóstico y tratamiento, dos son particularmente visibles. Una es su creciente abducción por el consumismo. Da igual que sea por fines ideológicos, políticos o mercantiles más o menos oportunistas, lo cierto es que importantes temas ambientales se ven desvirtuados al convertirse en bienes de uso y consumo. Lo pernicioso de esa práctica tan de moda llamada greenwashing no es tanto el engaño que encierra sino su capacidad para banalizar asuntos serios. Sostenibilidad se ha convertido en una palabra mágica, un término más del marketing, un concepto vacío que puede rellenarse a gusto del consumidor. Su uso frívolo y abusivo diluye lo sustancial, el reto ambiental de que se trate, y además tiende a provocar escepticismo y rechazo respecto del tema en cuestión.

La otra evidencia de ligereza ha sido y es hacer creer que proteger y conservar el medio ambiente ni es tan difícil ni debe ser particularmente gravoso, cuando la verdad  es que se trata de asunto complejo que exige dedicarle no pocos recursos. Cosa distinta es que el esfuerzo y la inversión, si llevados a cabo con tiempo, prudencia, constancia y rigor, rindan notables beneficios. Lo que sí resulta ruinoso es abordar un problema importante, sea ambiental o no, con ligereza: negando lo evidente por conveniencia, incluido el diagnóstico y el tratamiento, escamoteando medios imprescindibles, buscando atajos, confundiendo ambición con voluntarismo, desconociendo los límites y capacidades, improvisando y, sobre todo, aparentando interés y convicción.

Llegar al convencimiento de que proteger el medio ambiente no es cuestión de ajustar o cambiar el traje sino las hechuras de la percha, es el primer paso. Pero eso exige tomarse en serio el tema y no con ligereza.

2 comentarios sobre “Ligereza ambiental

  1. Me ha gustado mucho esta llamada de atención sobre ei tratamiento de temas tan serios como el medio ambiente para utilizarlo como pretexto para obtener otros objetivos. Aprovechando que esta de moda y lo hilariopolíticamente «correcto» se presta a que cualquiera vea una forma de sacar dinero y diluir esfuerzos que son necesarios para resolver el problema con rigor científico , constancia, financiacion y circunstancias de aplicación de las acciones a tomar

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