Imprescindibles

Hay frases hechas, exitosas ellas, que se repiten sin cesar. Muchas encierran verdades como puños, pero otras chirrían y no poco. Una que nunca me gustó es esa de «no hay nadie imprescindible». Cada vez que la escucho me suena a excusa de mal perdedor o a falso consuelo. En el mejor de los casos habría que matizar porque no todos dejan el mismo hueco. Pero yo niego la mayor; no hay nadie prescindible. Buenos, malos, malísimos, todos cuentan, dejan huella e influyen en el devenir de los demás.

Con frecuencia suceden cosas sorprendentes, imprevisibles  e inexplicables. Todos lo hemos experimentado. Cuando no les hallamos razón las atribuimos a la casualidad pero ¿realmente lo son o tienen causa? Caso recurrente es cuando así, sin más, en unos días, se suceden una serie de hechos, aparentemente inconexos, que nos llevan a pensar o hacer algo que no habíamos previsto ni buscado. No alcanzar a comprender la carambola no justifica descartarla. De hecho la vida transcurre en un sinfín de efectos mariposa donde cada aleteo marca un destino. Todo lo que alguien haga o deje de hacer y el cómo y cuándo, condiciona. Nadie es prescindible en este juego.

Cosa distinta es negar las casualidades, claro que existen, son un efecto en sí mismas, pero ojo, a veces no resultan ser lo que aparentan. A los americanos, muy dados a estudiar cosas variopintas, les encantan las correlaciones espurias. Esas que revelan conexiones sin sentido aparente pero que responden a un patrón estadístico. A más consumo de margarina más divorcios; coches japoneses vendidos y suicidios estrellando vehículos o importaciones de crudo y consumo de pollo, son algunas. A priori parecen meras coincidencias rebuscadas pero no siempre ha de ser así. Para mí  que en la de los suicidios por estrangulación y el número de abogados de Carolina del Norte hay gato encerrado.

La estadística nos dice que, siendo una relación espuria aquella en la cual dos acontecimientos no tienen conexión lógica, podría presumirse que la tienen debido a un tercer factor no considerado aún. A veces el tercer factor termina por aflorar.  Sino que se lo digan a Jerry Fletcher (Mel Gibson), el taxista que, en la película  Conspiracy Theory (1997), obsesionado con teorías conspiratorias se pasa el día buscando relaciones entre sucesos criminales ocurridos por todo el mundo. Casualmente ¿o, debido a su paranoia?, termina dando en el clavo viéndose envuelto, junto a la abogada Allice Sutton (Julia Roberts) en una conspiración de la CIA y el FBI. Pura ficción podrán decir, pero ¿cuántas veces la realidad supera al cine?

Resulta paradójico que para muchos, que se dicen cultos y racionales,  pensar que todo está interconectado es propio de creyentes del pensamiento mágico, de creadores de teorías  vanas basadas en coincidencias. Olvidan o desconocen que, si algo nos enseña la maestra madre naturaleza es precisamente eso; que todo está interconectado. Y en esa compleja red todos los humanos interactuamos; los considerados prescindibles también. Más aún, aunque las apariencias engañen, como tantas veces revela la historia, no pocos grandes hitos han tenido su origen en personas consideradas insignificantes en su momento; en seres supuestamente prescindibles.

Claro que, valorar los efectos de la existencia de cada cual en el devenir de la humanidad, más allá de los inmediatos, exige una perspectiva que no está a nuestro alcance. Pero para apreciar que las interconexiones existen y que los efectos se producen, sólo se necesita echar una ojeada alrededor, hacer un poco de memoria y no descartar a nadie. Y si aún y así no somos capaces de entender que no hay nadie prescindible, que el mundo y nuestras vidas no serían como son si faltase el aleteo de una sola persona, para eso están los cuentos y el cine. Recomiendo vivamente el cuento de navidad cinematográfico, obra maestra de Frank Capra, It’s a Wonderful Life (Qué bello es vivir!). Setenta y cinco años después de su estreno sigue  considerándose una de las  mejores películas de la historia y la más inspiradora: revela la importancia del individuo y que ninguna persona es un fracaso. Esta frase dicha al protagonista lo retrata: – Curioso, ¿eh? La vida de cada hombre afecta a muchas vidas y cuando él no está deja un terrible hueco, ¿no crees?

Una conversación con una compañera al hilo de quienes dejan el trabajo, otra, un día antes, con mi hijo sobre correlaciones y el recuerdo de una película en una comida con dos amigos hace no mucho, me han llevado a escribir estas líneas. Gracias a todos por estar ahí.

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