Aun pudiendo ser modestos, los hallazgos y sorpresas, por pequeños que sean, si gratos, alegran el día y dejan huella; instruyen, alientan e invitan a compartirlos.
Bien pensado el contexto era propicio. Mediando mayo, mes de flores a María y libros por descubrir en las ferias de lance y nuevos que retornan puntualmente a los madriles cada año por estas fechas, me sucedió lo posible. Poniendo orden, tarea muy de primavera, descubrí una estampa de cuya existencia no guardaba recuerdo. En el anverso, una imagen en blanco y negro del Niño Jesús en brazos de la Virgen, ambos con un libro en la mano. En el reverso, unos versos de Gerardo Diego bajo el título “A la Virgen de los Buenos Libros. Suspirada patrona de los lectores”.
Como digo desconocía poseer esta estampa. Alguna vez había visto La Virgen del libro» o «La Madonna del libro», de la serie de Vírgenes de Botticelli y sabía de la amplia iconografía de la Virgen con un libro, símbolo de sabiduría, pero desconocía la existencia de esta advocación mariana. Así que, picado por la curiosidad, investigué un poco.
Al parecer el antecedente literario español más antiguo que se conoce de esta advocación se encuentra en la biblioteca de la Real Colegiata de San Isidoro, en León. Se trata de un romance anónimo del siglo XVII dedicado a la Virgen de los Buenos Libros que comienza así: Todo el amparo, señora, de mi libro en ti le libro; pues eres libro en quien Dios enquadernó sus prodigios. Si al que es vida le ceñiste en tu virgen pergamino, ya libro eres de la vida; vida has de ser de los libros.
Seguidamente descubrí que los capuchinos, cultivadores de la espiritualidad, la razón y la lectura, sintieron desde antiguo veneración por Ntra. Sra. de los Buenos Libros y divulgaron su advocación. Devoción que enlaza con la creación en Valencia, a finales del XIX, de la Asociación Pontificia y Diocesana de Ntra. Sra. de los Buenos Libros y Prensa Católica dedicada a recoger libros y revistas católicas para distribuirlos por los centros benéficos, cárceles y hospitales.
Atribuida su fundación al Cardenal Sancha (1833-1909), cuya intensa labor entre los más necesitados le valió ser beatificado en 2009, también señalan como posible inspirador al obispo capuchino Venerable Luis Amigó (1834-1954). Hecho verosímil ya que, por esas fechas, promovió y divulgó dicha advocación mariana por numerosos pueblos de Valencia. Veneración que los capuchinos expandieron, como muestra la existencia de la parroquia Padres Capuchinos – Ntra. Sra. de los Buenos Libros de Murcia o la calle sevillana de la Virgen de los Buenos Libros.
Aunque escasas fueron las huellas que hallé de tan peculiar advocación, seguirlas me permitió arrojar luz sobre la imagen de mi estampa. Al tiempo que la mencionada Asociación se fue extinguiendo parece ser que también desapareció la estatua de su patrona, la Virgen de los Buenos Libros. No obstante, pude saber que el famoso escultor valenciano Damián Pastor (1845-1904), a quien se le atribuye, dejó escuela y que su discípulo y a su vez maestro de imagineros, el también valenciano José María Ponsoda (1882-1963), talló una segunda que se encuentra en la Iglesia del Salvador de Valencia.
Quienes han conocido esta segunda escultura dicen que está inspirada en una Virgen del Rosario de Ignacio Vergara (1715-1776), escultor barroco. Al leer su descripción -hermosa talla de la Virgen de pie con el Niño Jesús en brazos, ambos con un libro en la mano en ademán de ofrecerlo- confirmé que retrataba la imagen de mi estampa.
Dando por satisfecha, por ahora, mi curiosidad sobre la advocación y la imagen, sólo me restan un par de apuntes sobre los versos que figuran en el reverso de la estampa. Que su autor sea Gerardo Diego (1896-1997), laureado poeta de la Generación del 27, no me extraño, sabiendo de su religiosidad y que la figura de la Virgen está muy presente en su obra. Tampoco me sorprendió que el poema se asemeje a una plegaria; entronca con la larga tradición religiosa de grandes poetas españoles cuyos poemas son una forma de oración.
Lo que sí me resultó más curioso, una vez conocido el antecedente del romance anónimo citado, fue que, tratándose de la misma advocación, Gerardo Diego recurriese al mismo estilo barroco empleando metáforas y juegos de palabras. Si aquel comienza jugando con la palabra “libro” Gerardo Diego, dirigiéndose a Ntra. Sra. de los Buenos Libros, hace lo propio con la palabra “ave”: … Flor de sabiduría. Ave María. Ave, canta; Ave, vuela; Ave, haz tu nido en el más puro corazón del libro…”
Y aquí termino esta pequeña historia de una estampa dedicada a los lectores de buenos libros.

Muy curioso Javier. Creo que en esa parroquia de Murcia oímos los oficios de Viernes Santo ésta Semana Santa. Un abrazo María
Yahoo Mail: Busca, organiza, conquista
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Muchas gracias Maria. Abrazo
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