Peregrinando

Santiago Apóstol evoca a camino, a ruta que cada cual emprende a su manera respondiendo, consciente o no, a una misma llamada que lleva a buscar adentro, a lo hondo del ser, esperando respuestas. 

En esencia la vida es un peregrinar existencial y sus sendas, tan diversas como variadas y distintas son las personas que a lo largo de los siglos las transitan. Y en esta búsqueda constante, en esta espera sin tregua, cada ser humano, entre luces y sombras, va optando, casi siempre a tientas, por veredas, guías y compañías. Saber escoger no es fácil y aún menos acertar, especialmente si decidimos contar únicamente con nuestras propias fuerzas.

En esta disyuntiva, aprender de aquellos que hicieron la ruta antes y llegaron a buen puerto, parece la mejor opción. Y dado que el calendario invita a hablar de Santiago y su Camino, es ocasión propicia para retomar como referentes a quienes alcanzaron la santidad en pos de su Salvador imitando a los apóstoles que, tras Pentecostés, fueron enviados a la predicación. Además hay mucho donde escoger, pues si el hijo de Zebedeo peregrinó desde Jerusalén a Finisterre como heraldo de la Cruz y regresó siendo decapitado por amor a su Señor, legión son los que han hecho de sus vidas una Ruta Jacobea.

Habrá quien piense que pretender imitar a figuras de la talla de Santiago Apóstol es tarea ingente, sobrenatural, reservada a unos pocos elegidos que además son réplicas unos de otros. Sin embargo, siendo cierto que emular a semejantes cumbres humanas es extraordinario, también lo es que ni son tan pocos los que lo logran ni tan iguales. Y, lo que aún es más importante, que aspirar a la santidad no está fuera del alcance de ninguna persona, al contrario, todos estamos llamados a ello.

En su preciosa obra “Fisonomías de santos” (1875), Ernest Hello (1828 – 1885) comienza señalando que, “uno de los grandes errores del mundo consiste en figurarse a los santos como seres completamente extraños a la humanidad, como figuras de cera vaciadas todas en el mismo molde.” Ciertamente no es así, ni los santos declarados como tales por la Iglesia, a los que se refiere Hello, ni ningún ser humano es un clon de otro.

Nada hay más variado que la humanidad; la uniformidad es contraria al orden natural; en su diversidad reside su grandeza y su misterio. Así, cuando Cristo convoca a los hombres a la unidad, “Yo soy la vid, vosotros los sarmientos”, no lo hace imponiendo un igualitarismo despótico. Al contrario, nos llama a todos en tiempo, forma y medida individual, propiciando y respetando las diferencias de cada sarmiento, para que cada uno, difiriendo en razas, culturas, inteligencias, capacidades, dones y gracias, unido a una única vid, de sus mejores frutos.  

Retornando al apóstol Santiago si, como se atribuye a Goethe, “Europa se hizo peregrinando a Compostela”, en su festividad y en estos tiempos tan desnortados que vivimos, viene a colación recordar como ejemplos, junto al patrón de España, los itinerarios vitales de los copatronos de Europa; los santos Benito de Nursia (480 -547), Cirilo (826 – 869) y Metodio (815 – 885) y las santas Brígida de Suecia (1303 – 1373), Catalina de Siena (1347 – 1380) y Teresa Benedicta de la Cruz (Edith Stein 1891 – 1938). Figuras tan extraordinarias como diferentes, que habiendo vivido en tiempos y lugares distantes y distintos en nada esencial son contradictorias, pues las seis, en su diversidad, profesaban la misma fe, rezaban un mismo Credo y anunciaban el mismo Evangelio.

Iniciada mi inmersión como peregrino al ser bautizado un 23 de julio, a los tres días de nacer, en la festividad de santa Brígida y dos días antes de la de Santiago el Mayor, amparándome en el manto protector de la Virgen María que desde un pilar alentó al apóstol Santiago en su dura evangelización hispana, en mi peregrinar de estos días me han venido a la mente las últimas líneas del “Credo del pueblo de Dios” de Pablo VI: “Creemos en la comunión de todos los fieles cristianos, de los que aun peregrinan en la tierra, de los difuntos que cumplen su purificación y de los bienaventurados del Cielo formando todos juntos una sola Iglesia y apoyados en esta esperanza, esperamos la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro”. 

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