Tras aprobarse la Ley de amnistía el Art. 14 de la Constitución ha quedado modificado: donde dice “Los españoles son iguales ante la ley …”, debe leerse, “los españoles son iguales pero distintos ante la ley…”
Habrá quien opine con toda razón que siempre han existido desigualdades al aplicarse las leyes. No obstante, una cosa es que el ordenamiento jurídico sea imperfecto y su aplicación manifiestamente mejorable y otra, radicalmente distinta, consagrar la desigualdad en una ley a favor de unos ciudadanos privilegiados. Si lo primero es reprobable, lo segundo, es decir, lo que hace la Ley de amnistía, es simplemente cargarse el estado de derecho. Que además la ley haya sido pactada con quienes se benefician de ella y que el objeto de la amnistía sea borrar los delitos que pudieran haber cometido desde el poder y con dinero público para romper el estado, no hace sino añadir escarnio y vileza a la iniquidad de la ley aprobada.
Una cuestión que daría para una reflexión más larga es preguntarse cómo hemos llegado hasta aquí. Mucho habrá tenido que ver el clima social que se ha venido fomentando para que haya sido posible que una mayoría parlamentaria, por exigua que sea, y sus votantes hayan podido perpetrar semejante golpe a la justicia y a la igualdad ante la ley. Sin entrar en profundidades, lo que no cabe duda es que la querencia autoritaria y supremacista de quienes han votado la ley ha sido un factor condicionante que ha pasado a ser decisivo al sentir peligrar su posición de poder.
Una magnífica ilustración de como el ansia de poder puede llevar de proclamarse paladín de la igualdad a ser promotor del privilegio la encontramos en la novela “Revolución en la granja” (1945) de George Orwell. En esta sátira mordaz sobre la corrupción de la Revolución soviética y el régimen de Stalin, Orwell evidencia cómo, bajo la apariencia de unos líderes carismáticos defensores de una sociedad igualitaria ideal se esconde la sombra de vulgares opresores adictos al poder. Tras erradicar a los tiranos humanos de la granja y democratizar las relaciones proclamando que “todos los animales son iguales”, los cerdos, tirando de populismo y manipulación, se hacen con el poder y van ganado poco a poco privilegios. Llegado un punto en que deben justificar dichos privilegios al lema democratizador original “todos los animales son iguales” le añaden una segunda parte “…pero algunos más iguales que otros.”
Ante la aprobación de la Ley de amnistía la caricatura crítica de Orwell cobra toda su vigencia. Al fin y a la postre sólo se trata de algo muy vulgar; los gobernantes con afán de perpetuarse en el poder a cualquier precio defienden sus intereses y los de aquellos que les permiten aferrarse al machito. Y si para ello hace falta comprar escaños a cambio de amnistías se compran, tampoco es para tanto.
Convencidos de que ocupar el poder es derecho que les otorga su superioridad progresista, lo mismo ven razonable que haya unos ciudadanos “más iguales que otros” (ellos y sus afines) y que el resto de los españoles reconozca dicho privilegio sin más. En cuanto a los críticos y detractores, da igual quienes y cuantos sean, se les tacha de peligro para la democracia, se activa la alerta antifascista y se les recluye tras el muro que ya hace años comenzaron a dibujar con el cordón sanitario.
