Buenos propósitos

“Año nuevo vida nueva” dice el refrán popular reafirmando la costumbre de aprovechar la ocasión para renovarse planteándose nuevos retos. Para lograrlo nada mejor que optar por hacer lo correcto.

Si bien nunca es mal momento para proponerse objetivos, algo tiene el calendario que el alumbramiento del nuevo año parece incitar a ponernos en marcha. Quizás se deba a que el paso del tiempo se hace más evidente y surge como una prisa por abordar tareas pendientes. El hecho es que las campanadas que anuncian el fin del año viejo a la par llaman a los buenos deseos y propósitos.

Dejando a un lado intenciones efímeras, las aspiraciones con algún viso de cuajar no suelen surgir sin más. Aunque algunos deseos parecen nacer de la nada, me inclino a pensar que siempre hay un rescoldo interior que los alienta. De ahí que, antes de plantearnos nuevos retos, sea bueno aprovechar la ocasión que brinda el cambio de año para mirar atrás y hacia adentro. Para ello, siendo lo principal no auto engañarse, entre las muchas maneras de revisar lo vivido hay una recomendable; recordar las lecciones buenas y malas aprendidas y hacer arqueo de desencantos y alegrías. Y no sólo de las decepciones y sorpresas gratas provenientes de otros, que tanto enseñan, sino también de las que hayamos podido ocasionar a los demás y a nosotros mismos.

Volviendo a los buenos propósitos, va de suyo que su razón de ser es la de procurar mejorar en algún aspecto haciendo bien aquello de que se trate, sea o no novedoso. La cuestión es qué entendemos por hacer las cosas bien y si ello es suficiente para mejorar.  Comúnmente hacerlo bien se asimila a cumplir con éxito una expectativa. Tiende a entenderse como la habilidad, conocimiento y voluntad que permite satisfacer el nivel exigible, ya sea practicando un deporte, prestando un servicio o fabricando un producto. Si nuestro buen propósito es mejorar el nivel de inglés, consiguiendo pasar a uno superior lo habremos hecho bien.

Sin embargo, ahondando un poco en la cuestión cabe preguntarse si hacer las cosas bien colma siempre la bondad de nuestros propósitos o si incluso puede llegar a malograrla. Tomemos el caso de un zapatero que se ha propuesto para el nuevo año mejorar prestando un mejor servicio, lo cual es un buen propósito. Ante la pregunta de un cliente sobre la posibilidad de reparar unos zapatos baratos, si posible, la respuesta inmediata sería que sí. No obstante, recordando su buen propósito, lo que contesta es que pudiendo repararse no merece la pena pues el coste superaría el valor de los zapatos. El zapatero podría haber hecho bien el arreglo y beneficiarse de ello, pero no hubiese cumplido su deseo de año nuevo; haciendo lo correcto sí lo cumplió.

Obviamente la moraleja del zapatero es que hay una diferencia, a veces radical, entre hacer las cosas bien y hacer lo correcto. Si lo primero exige un esfuerzo práctico de adquisición y prestación de competencias, hacer lo correcto permaneciendo íntegro, sin obviar valores y principios, acostumbra a ser más difícil. Lo paradójico es que ambas decisiones no siempre conjugan y como quiera que hacer lo correcto suele acarrear inconvenientes la tendencia es a conformarse con hacer las cosas bien. Por ello, en todos los ámbitos, hay personas que, dotadas de la capacidad técnica y disposición para aplicarla, al adolecer o prescindir por conveniencia  de valores éticos hacen más mal que bien.

Por otro lado, para saber cuál es la decisión correcta, aparte de la conciencia que puede llegar a estar muy aletargada, hay dos pruebas muy útiles; lo complicada que sea la justificación ya que lo correcto no requiere elaboradas explicaciones, es simple y directo, y el grado de dificultad, pues suele ser la opción más exigente y comprometida. Hasta tal punto puede llegar a serlo que una cita anónima dice: “Honestamente, si no encajas, entonces probablemente estés haciendo lo correcto”.

No obstante, a pesar de sus riesgos, hacer bien lo correcto además de permitir cumplir los buenos propósitos es lo que deja mejor estado de ánimo y genera menos decepciones particularmente a uno mismo.  

Deja un comentario