Más que películas

Bajo la plúmbea, cutre y oscura dictadura del pensamiento único imperante, cuyos prescriptores sancionan lo que debe conocerse, viene despertando una corriente contracultural aflorando realidades proscritas por la memoria oficial.

Escuchando el otro día a Eduardo Verástegui refiriéndose a su última producción Sound of freedom (Sonido de libertad) como una película hecha para despertar conciencias y generar reacciones frente a una terrible realidad oculta, pensé que su afán cabría inscribirse en una corriente más caudalosa. Y no hablo de movimiento por no tratarse de algo prediseñado y coordinado, al contrario, la nutren iniciativas espontáneas. Eso sí, aunque de orígenes diversos y tratando temáticas distintas en formatos varios, gozan de propiedades comunes; de inspiración cristiana, abordan cuestiones que el pensamiento dominante ha descartado o procura silenciar.

Si bien siempre han existido, de un tiempo a esta parte se han multiplicado las voces que, empleando diferentes medios, ponen el foco en asuntos que ya muchos daban por olvidados o circunscritos a círculos reducidos. Temas evidentemente opacados por el progresismo laicista que erróneamente los creía definitivamente arrumbados y que, para su sorpresa e indignación, ve como tienen notable eco y buena acogida. Pues otra característica común a las iniciativas que forman esta corriente es que, a pesar de contar por lo general con muy reducidos recursos, alcanzan niveles de audiencia más que apreciables llegando, en algunos casos, a superar a otras que disponen de todos los medios a su favor. Buenos ejemplos, entre los muchos existentes, de tan esperanzadora corriente los podemos encontrar precisamente en uno de los ámbitos desde el que más se contribuye a promover y consolidar el pensamiento único; el cine.

Si desde 2017 la serie The Chosen (Los elegidos), el mayor proyecto audiovisual producido mediante crowdfunding, enfocada en los personajes y el contexto histórico de los Evangelios, viene siendo vista por millones de personas en todo el mundo, otras cintas han seguido su senda. Véase Libres, documental español con mayor éxito del año que aborda las razones que llevan a una persona del siglo XXI a decidir enclaustrarse en un monasterio o, el caso de la cinta francesa Vaincre ou mourir (Vencer o morir), la mexicana Mirando al cielo o la estadounidense Sound of freedom (Sonido de libertad). Películas cuya relevancia trasciende su rentabilidad económica, pues su éxito en taquilla ha venido a desvelar dos hechos importantes; que hay un público más numeroso del aparente al que le interesan los temas abordados y que la demanda de cine de inspiración cristiana está en alza. A la par sirven para reforzar la corriente animando a otros a sumarse a la misma, rompiendo el tabú imperante en la industria cinematográfica respecto de temáticas consideradas políticamente incorrectas.

Obviamente todas las películas citadas han suscitado polémica y rechazo por parte del pensamiento único tanto por poner el foco en asuntos que prefieren mantener en la sombra como, sobre todo, por los valores que buscan inspirar despertando conciencias. Porque si Vencer o morir se enmarca en una de las páginas más negras y ocultas de la sacralizada Revolución francesa, exaltando el valor martirial de la resistencia de los católicos de la región de la Vendée, víctimas del primer genocidio de la época moderna, las otras dos cintas también abordan realidades tan espinosas como edificantes. Mirando al cielo, película de amor, perdón y traición, inspirada en hechos reales, como reza su anuncio, al narrar la vida del joven José Sánchez del Río, mártir y santo, durante la persecución católica en México, raíz de la llamada Guerra Cristera (1926 – 1929), muestra como la fe de una familia fue más grande que sus miedos. Por su parte Sonido de libertad, basada en hecho reales, nos habla de un drama muy actual; la trata infantil.  Una terrible lacra que, a pesar de crecer año a año afectando a millones de niños víctimas de explotación sexual y tráfico de órganos y de estar ampliamente extendida, permanece oculta; ¿acaso alguien ha oído hablar de esta tragedia como de una emergencia global? Que sea uno de los negocios más rentables del mundo y en alza seguro que algo tendrá que ver.

No es de extrañar que corriente tan contracultural esté generando tanta inquietud como la que muestran sus detractores desde las terminales mediáticas más afines al pensamiento único. Si con tan escasos recursos el caudal de la corriente no hace sino crecer, gracias en gran medida al vivo espíritu cristiano que inspira a sus impulsores para superar todo tipo de dificultades, ¿hasta dónde podrá llegar? No sé si André Malraux dijo o no aquello de que “el siglo XXI será espiritual o no será”, lo que sí tengo claro es que cada vez somos más los que creemos que cultivando el espíritu es la única manera de afrontar tiempos difíciles sin desfallecer. 

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