Inmersos en el trajín político reinante, que a veces se asemeja a una berrea, puede resultar entretenido jugar a buscar similitudes con algunas interacciones que se dan entre organismos en la naturaleza.
En días de tanta conducta política sorprendente y confusa, paseando bajo la sombra de una alameda y sin nada mejor que hacer a la espera de que me lavasen el coche, me dio por cavilar acerca de lo variopintas que son las relaciones en ese mundo. Así, sin buscarlo, se me ocurrió que, para ayudar a discernir comportamientos a la par que pasar el rato, podía ser útil recurrir a la naturaleza, madre y maestra. Y visto que, además de aclarar algunas ideas me entretuve ejercitando la sonrisa y la memoria, pensé proponer el divertimento por si algún lector se anima.
Gracias al paciente estudio de numerosos sabios a lo largo de los tiempos es sabido que, en los ecosistemas, las interacciones entre los organismos son múltiples y variadas. Además, fruto de tan docto esfuerzo, muchas de ellas han sido tipificadas. Pero no se asuste el lector, porque para el pasatiempo propuesto ni es preciso adentrarse en tan proceloso mundo ni tampoco abordar las redes que generan las interacciones entre cientos de organismos. Basta recurrir a unas pocas bien conocidas que se dan entre dos organismos y cuya tipología, como en el resto de los casos, responde al efecto mutuo que produce la relación entre ellos.
Obviamente si al jugador se le antoja incorporar alguna interacción que recuerde y venga al caso, bienvenida sea. Incluso cabe la posibilidad de que, buscando afinidades, se dé con alguna interacción política para la que no encuentre símil natural, lo cual, a tenor de la creatividad y atrevimiento del gremio que nos ocupa, no resultaría sorprendente. Eso sí, de dar con algún ejemplo digno de mención sería un acto de generosidad por parte del jugador compartir el hallazgo.
Entendido pues que de lo que se trata es de entretenerse y no de hacer un análisis exhaustivo, sin orden de prelación alguno comenzaré por el “parasitismo”, el primer tipo de interacción natural que me vino a la mente; por algo será. Tratándose de un subtipo de la “depredación”, el efecto para uno, el parásito, es siempre positivo mientras que para el parasitado resulta negativo cuando no mortal. Al igual que en tantas facetas de la vida, lo que mueve a un parásito es vivir y, a ser posible, medrar a expensas del parasitado consumiendo sus energías. Claro está que pueden darse diversas variantes; desde aquella que acaba con la existencia del depredado hasta la que depreda parcialmente presas diferentes. En política no pocas veces los depredados, además de adversarios son, con frecuencia, los ciudadanos.
La “competencia”, siendo interacción derivada de competir en un hábitat por los mismos recursos, a pesar de no generar beneficios, es bastante usual en política. Véase el caso de partidos afines que buscan votos en caladeros similares empeñados únicamente en subrayar sus diferencias. Justo lo contrario del “mutualismo” en el que ambos organismos obtienen ganancias. Puede ser “simbiótico”, si la relación es permanente, lo que en política llamarían “alianzas”, o “no simbiótico” cuando es ocasional como los llamados “pactos y consensos”. En ocasiones la relación es más bien una suerte de “comensalismo” en la que siendo bueno el efecto para uno, resulta neutro o nulo para el otro. Son como esos acuerdos puntuales en los que se cede lo que a uno sobra y a otro le falta.
Para no alargarme acabaré con un tipo de interacción que, siendo muy común, suele pasar desapercibida. Se conoce como “amensalismo” y es aquella que se produce cuando un organismo se ve perjudicado en la relación y el otro no experimenta ninguna alteración. Entre humanos se da cuando lo que prima es la prepotencia y en política su referente serían esos comportamientos que se miren como se miren nadie termina de entender.
Expuestos los ejemplos ya sólo queda que cada cual, si le place, se distraiga un rato ejercitando su ingenio ya sea en solitario o en grupo. Por mi parte únicamente resta un último apunte. Por ser justos con los organismos debe subrayarse que la gran diferencia entre las interacciones naturales y las políticas es que las primeras, salvo aberraciones, son inevitables mientras que, las segundas, digan lo que digan, son intencionadas.
