Dejarse querer

Siendo profundo anhelo de toda persona ser querida, resulta sorprendente cuantas veces nos resistimos, consciente o inconscientemente, al afecto.  

Al salir del cine, tras ver el documental Libres, me quedé con la impresión de que sus protagonistas habían optado por enclaustrarse y dedicarse a la vida contemplativa por haber decidido dejarse querer de manera radical. Sólo desde la acogida de tanto amor cabe explicar la paz, felicidad y esperanza que estos hombres y mujeres, de muy diferente condición y procedencia, transmiten con sus testimonios. No es de extrañar que las sencillas exposiciones de sus vivencias tengan tal fuerza que el documental sea uno de los más vistos del año. Como tampoco que el Papa Francisco, refiriéndose a las consagradas contemplativas, dijese: “El mundo y la Iglesia os necesita como faros que iluminan el camino de los hombres y las mujeres de nuestro tiempo”. (Constitución Apostólica Vultum Dei quaerere, 2016)

Que unos hombres y mujeres aislados, humildemente silenciosos, con medios muy parcos, dedicados a orar y trabajar sean calificados por el Papa como faros que iluminan el camino en un mundo tan pródigo en liderazgos y luminarias, no deja de suscitar la reflexión. Escuchando sus pensamientos y los relatos de sus vidas le queda a uno la sensación de que su vocación contemplativa de la fuente del Amor verdadero es lo que los lleva a una luz más clara y a una libertad más amplia. Se comprende que, para perseguir anhelo de amor tan sublime e irradiarlo, precisen desprenderse de todo impedimento despojándose del mundo. Como acertadamente refleja el título completo del documental “Libres: Duc in altum» (conduce hacia lo alto) para viaje interior tan elevado se precisa mochila ligera y dedicación plena.

Ciertamente sólo una minoría de personas son llamadas a las alturas de la vida contemplativa, pero ello no supone que las demás no se sientan movidas a transitar otros caminos buscando alcanzar el deseo de amor que en todas anida. Porque se piense o no que hemos sido creados por y para el amor, la verdad es que raro es el ser humano en el que no late la imperiosa necesidad de ser querido y el profundo deseo de experimentar lo que se siente cuando se ama. Cuestión distinta es saber colmar aspiraciones tan vitales.

Dejarse querer, saber aceptar el cariño de los demás, puede parecer a priori algo natural, cuasi innato, pero la realidad enseña que no pocas veces oponemos resistencias. Por mil causas no son pocas las expresiones de afecto que rehusamos, obviamos o simplemente ignoramos. Dejando a un lado experiencias traumáticas, desde la vergüenza, pasando por un erróneo concepto de la autoestima, hasta el miedo al compromiso son barreras habituales que impiden disfrutar del afecto brindado en nuestro entorno. Incluso algunos llegan a jactarse de no necesitar sentirse queridos aduciendo que sólo son sensiblerías cuando, en el fondo, salvo seres muy anómalos, lo están deseando.

Vista la existencia de tantos impedimentos, se explica que la carencia de amor sea en buena parte causa de tantas depresiones, sentimientos de vacío, ansiedad y soledad en sociedades aparentemente plenas de ofertas de gozo y felicidad. Ante esta realidad y la certeza de que la inmensa mayoría de las personas sueñan con que alguien las quiera, parece razonable pensar que aprender a dejarse querer es más que necesario.  Para ello, aceptarse uno mismo y creerse merecedor de afecto es condición previa. Tener el valor de exponerse al afecto de los demás sin miedos ni resquemores, asumiendo los posibles inconvenientes y compromisos, es decisión esencial.

Dejarse querer supone adentrarse en una senda cuya mayor recompensa es convertirse en cauce de amor sintiendo la dicha de descubrir que, a la postre, es mucho más gratificante amar que ser amado. Por ello no me cabe duda de que, la felicidad que transmiten los monjes y monjas del documental y la misteriosa libertad de la que gozan enclaustrados, es fruto de la capacidad de amar que alcanzan contemplando; dejándose querer en un diálogo de amor con su Creador. Un diálogo al que todos hemos sido llamados y para el que, como ellos, contamos con la gracia de Dios y no pocos maestros.

Hablando de aprender a dejarse querer, dejo aquí una recomendación de una gran maestra del amor, la Madre Teresa de Calcuta: “El servicio más grande que podéis hacer a alguien es conducirlo para que conozca a Jesús, para que lo escuche y lo siga, porque sólo Jesús puede satisfacer la sed de felicidad del corazón humano para la que hemos sido creados.”

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