Tiempo de abajarse

Emprender el camino para mejorar la actitud lleva a la sabiduría, pero exige humildad para reconocer las limitaciones personales, aprender y rectificar.

Estos días, releyendo vidas de conversos del siglo XX, volví a constatar que, con trayectorias vitales tan dispares, todos fueron inconformistas buscadores que hallaron en la humildad la vía para dar un profundo viraje al rumbo de sus vidas. Siendo personajes tan diferentes como Eva Lavalliére, G. K. Chesterton, Josefina Bakhita, Giovanni Papini, Edith Stein o Guillermo Rovirosa, todos ellos comenzaron por abajar lo superfluo de su autoestima. Un paso tan decisivo como difícil pues, como señaló el poeta T.S. Eliot, “la humildad es la más difícil de todas las virtudes de alcanzar; nada muere más duro que el deseo de pensar bien de uno mismo”.

Siendo la humildad puerta de acceso a la sabiduría, ya que sin ella poco nuevo cabe aprender, paradójicamente hoy, que se habla tanto de conocimiento, su valor cotiza poco; no encaja bien con la lógica del mundo. Si ya de por sí las personas tienden a valorar mucho tener una elevada autoestima, en esta sociedad tan egocéntrica y obsesionada con llamar la atención, dicha inclinación se ha exacerbado percibiéndose la humildad como síntoma de debilidad. Tomar conciencia de las propias limitaciones y flaquezas, no digamos manifestarlas, va contra las corrientes dominantes que basan el prestigio social y laboral en mostrarse firme, seguro y plenamente capacitado.

No es de extrañar que, en clima tan ensoberbecido, aflore tanta osada ignorancia. Basta repasar algunas actitudes propias de la humildad para comprobar lo atípicas que son entre quienes ejercen el liderazgo social. Las personas humildes escuchan, respetan, no imponen su criterio y no tienen problema en reconocer que se han equivocado. Tampoco se jactan de sus éxitos aunque les sean reconocidos. Practicar la introspección, admitir los errores, disculparse y enmendarse, a la vista está que no va con la actitud imperante.

Ciertamente, salvo excepciones, la humildad no es virtud que surja de forma natural. Salir a su encuentro y cultivarla abajándose, renunciando a la superioridad, son requisitos esenciales para que aflore y rinda frutos. Del latín humilĭtas, su raíz humus revela la profundidad de su significado; aquello de lo que la naturaleza se desprende y que a su vez la enriquece, la fertiliza y la hace crecer. Pero si desprenderse de las altiveces es condición necesaria para renovarse y rebrotar, no implica, como muchos malentienden, dejarse humillar; ser humilde no significa renunciar a la dignidad propia. De ahí que, alcanzar tan complejo equilibrio no sea tarea sencilla. No obstante, descubrir aquello que merece desapego, los errores, las debilidades que requieren ser fortalecidas y corregir el rumbo, no es algo que no esté a nuestro alcance.

Sin menoscabo de las muchas recomendaciones que se ofertan para aprender a ser humildes, véanse los millones de referencias existentes en internet, la Iglesia brinda, séase o no creyente, tiempos y maestros. Obviamente el mejor maestro es Jesucristo. Toda su vida es una historia de abajamiento; bajo en la encarnación haciéndose pobre criatura y no hizo sino seguir abajándose obedeciendo, sirviendo, dejándose abandonar, perseguir, traicionar y ejecutar. Y aunque Cristo es un referente permanente para aprender lecciones de humildad, además, para ahondar en su ejemplo, la Iglesia ofrece esos tiempos especiales llamados fuertes.

Cuaresma es uno de ellos, un tiempo propicio para la reflexión e introspección que invita a desprenderse de los excesos de la autoestima poniendo los pies en la tierra para echar nuevas raíces. Y no es casual que se inicie el Miércoles de Ceniza con una cita del Génesis, “polvo eres y en polvo te convertirás”, pues no sólo se trata de recordar la pequeñez humana y que la vida terrenal es temporal. Sobre todo es una llamada, entre tanto ruido cotidiano, a aprovechar la oportunidad de renovarse, recorriendo junto a Jesús el camino, hasta llegar a la Pascua de Resurrección, que es el triunfo sobre la muerte, la alegría de la vida eterna. Una oportunidad para iniciar o ahondar en el camino de la humildad y la sabiduría como supieron recorrer los personajes citados cuyas vidas, por cierto, por el mucho provecho que ofrecen para aprender a abajarse, bien merecen ser leídas en este tiempo.

6 comentarios sobre “Tiempo de abajarse

  1. Gracias Javier, la humildad es una de las virtudes capitales. Creo que la humildad y el miedo están íntimamente relacionadas, miedo a confiar en la Vida, en aceptar nuestra realidad y la de los otros.
    A mi me gusta mucho el escritor Pablo D’Ors que tiene varios libros sobre este tema. Uno de ellos es la vida de Charles de Foucault, que humildemente te recomiendo.
    Te mando un abrazo
    Agradezco siempre tus textos, que me inspiran siempre!!

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    1. Amigo Raúl, no puedo estar más de acuerdo contigo sobre la estrecha relación entre humildad y miedo. De hecho creo que uno de los primeras ventajas del abajamiento es que se despejan muchos miedos. De la vida de Foucault, gran converso al que creo alguien denominó explorador místico de los desiertos sólo leí en su día una breve biografía. Tomo nota de tu recomendación. Muchas gracias por leerme y fuerte abrazo.

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