Queridos invertebrados

Ante el desprecio con el que os trata el proyecto de ley animalista a debate en las Cortes, sirvan estas líneas para mostraros mi solidaridad. Sé que mal de muchos no es consuelo, pero no sois los únicos agraviados. Al menos a vosotros sólo os han ignorado. Otros han corrido peor suerte; véase los propietarios de tiendas de animales, que ven injustamente cercenada su actividad, o los canes y sus titulares tratados como sospechosos asociales.

Entiendo que, ocupados en vuestros asuntos, os haya pillado desprevenidos por no estar al tanto de la epidemia de disparates que padecemos. Tan extendida esta que ni vosotros habéis quedado a salvo del inculto fanatismo dominante que impregna la norma que os ha obviado. Hasta tal punto es así que, quienes se jactan de ser adalides de la Agenda 2030, se vuelcan en favores con depredadores invasivos tan dañinos para la biodiversidad como los gatos domésticos. Esa misma ignorancia ha llevado a que a vosotros, los invertebrados, que constituís la inmensa mayoría de las especies animales que pueblan el planeta incluidos pueblos y ciudades, no os consideren “fauna urbana”. Que ni siquiera os hayan citado  es vergonzoso. No me extraña vuestra indignación.

¿Cómo es posible que un ministerio que dice ocuparse de asuntos sociales haya despreciado a seres con tan elevada sociabilidad como las hormigas o las avispas? ¿En qué cabeza cabe que se protejan a todos los vertebrados urbanos incluidos algunos insalubres y nocivos y se olviden de seres tan esenciales para la naturaleza y el ser humano como las abejas o las lombrices? ¿Acaso las bellas mariposas, símbolo de perseverancia y espiritualidad o las poéticas y familiares moscas machadianas no merecen mejor trato? Pues no, para los autores de tan desdichada ley no contáis.

Para que veáis como está el patio, basta algún ejemplo entre tanto despropósito. Fijaros, mientras que sólo a los canes y a sus propietarios se les exige pasar una prueba para valorar si saben desenvolverse en sociedad y estar asegurados, a los gatos domésticos se les reconoce poder merodear sin supervisión alguna. Pero la cosa no queda ahí, el insano celo minino que inspira la norma ha llevado a añadir a la figura del “gato merodeador” otra más alucinante si cabe; la del “gato comunitario”. Ya no serán callejeros sino gatos con derechos, incluidos supongo el de seguir siendo tan dañinos para los pájaros. Aunque vaguen sin destino ni control, serán los únicos animales que no puedan ser tachados de abandonados ni tratados como tales. Al contrario, gozarán de cuidadores y estarán protegidos, tanto que, los vecinos que convivan con colonias felinas y digo bien, no a la inversa, deberán respetar su integridad y calidad de vida. Para colmo, los propietarios de perros, habrán de evitar que la mera presencia de sus canes pueda alterar o poner en riesgo su integridad. Otro dislate antinatural.

Como veréis queridos invertebrados, que para los promotores de tan inculto proyecto de ley no seáis dignos de reconocimiento, siendo lamentable, no es el mayor de sus despropósitos. La esperanza que nos queda es saber que, como tantas veces sucede en España con leyes disparatadas, en el día a día se impondrá el sentido común de las gentes, los perros seguirán persiguiendo a los gatos  y vosotros no dejaréis de ser parte esencial de nuestra fauna urbana.

Larga vida y mis más cordiales saludos.

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