La llamada del Domund es mucho más que una colecta. Nos da la oportunidad de vivir el espíritu misionero, de optar por ser testigos haciéndonos prójimos del necesitado.
Raramente aparecen en las noticias, sólo si son víctimas de una tragedia figuran en algún titular y muy de vez en vez se les otorga el reconocimiento que merecen. Tampoco es que lo busquen. Porque los misioneros dejan atrás su pueblo, familia y amigos partiendo a tierras lejanas para compartir peligros, sufrimientos y esperanzas respondiendo a una llamada que, según ellos mismos afirman, les devuelve mucho más de lo que dan.
Hombres y mujeres, consagrados y laicos, entregan sus vidas ejerciendo las más variadas labores siempre en condiciones difíciles cuando no extremas, para dar testimonio de su fe. Así de sencillo y así de extraordinario; porque su misión no es otra que hacer realidad el anuncio que Cristo resucitado hizo a sus discípulos antes de su ascensión: “… y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra.” (Hch 1,8). Por ello, porque son vivos ejemplos de cómo responder a tan trascendente encargo que a todos los creyentes nos concierne, este año el Domingo Mundial de las Misiones, Domund 2022, que se celebrará el 23 de octubre, lo hará bajo un lema que encierra una gran oportunidad: “Seréis mis testigos”.
Si la jornada del Domund es conocida como el día en que, de un modo especial, la Iglesia católica reza por los misioneros y recaba donativos para las misiones, pienso que el lema escogido para este año subraya un valor esencial de la misma algo menos patente. Además de llamar la atención para recabar mayor apoyo a las misiones, al recordarnos las palabras de Jesucristo busca despertar conciencias invitándonos a ser testigos. De esta manera los términos se invierten. Los misioneros se convierten en donantes y nosotros en receptores. Pidiendo nuestra ayuda, que bien la necesitan, con su ejemplo nos brindan la oportunidad para que nosotros también podamos ser testigos.
Pensando en este cambio de papeles recordé la parábola del buen samaritano (Lc 10, 29-37), en la que Jesús muestra una vez más que todo lo hace diferente. Cuando el doctor de la ley, para ponerle a prueba, le pregunta: “Y, ¿quién es mi prójimo?” Jesús le responde con la mencionada parábola y refiriendose a los tres personajes de la misma, el sacerdote el levita y el samaritano, concluye con una pregunta: «¿Quién de estos tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de los salteadores?”
Jesús no define quién es el prójimo. No entra en legalismos que distinguían entre prójimos y extraños. Al inquirir ¿quién obró como prójimo del herido?, reformula la pregunta capciosa del escriba. Porque la clave no está en descubrir quién es mi prójimo sino a la inversa, en saber si estamos dispuestos a hacernos prójimos de quién nos necesita. Desde esta nueva perspectiva que ofrece Jesús ya no tiene sentido tener que identificar prójimos potenciales; toda persona que se aproxima al necesitado es prójimo.
El lema del Domund, “Seréis mis testigos”, nos interpela del mismo modo. No se trata sólo de ayudar con nuestras oraciones y dineros a los misioneros para que hagan su constante e incansable labor de testigos. Además de ser generosos orantes y donantes en la medida que se pueda, el domingo 23 de octubre es una magnífica ocasión para preguntarnos si al hacerlo también queremos ser testigos haciéndonos prójimos de los necesitados. Pensar que España es el país con más misioneros por el mundo y el segundo que más dinero aporta el día del Domund, aparte de hacernos sentir orgullosos de nuestros compatriotas, igual nos anima a tomar ejemplo y ejercer de testigos en la vida cotidiana.
