Resulta sorprendente lo extendida que esta la idea de que la ciencia es aséptica, los científicos espíritus puros y el escepticismo científico un vicio propio de negacionistas.
Siendo comúnmente asumido que existen disciplinas como la economía o la historia susceptibles de manipulación, dicha posibilidad apenas se contempla tratándose de ciencias como la física o la biología. En estos casos, hoy en día resulta sospechoso y hasta peligroso poner en duda sus asertos. Impera una suerte de fe en la ciencia basada en la idea de que la investigación científica es, per se, neutra, objetiva e independiente. Una creencia del todo infundada pues, como evidencian múltiples ejemplos, la manipulación religiosa, ideológica, económica o política de la ciencia es una constante histórica.
Que la confianza en la ciencia y en los científicos sea una característica de nuestro tiempo resulta razonable dados los beneficios que aportan a la humanidad. Lo mismo que la que se otorga a otras tantas actividades humanas en las que confiamos cotidianamente para desenvolvernos en la vida. Lo llamativo y alarmante es que lo aceptable en otros campos, la duda y la discrepancia, sea para tantos inaceptable tratándose de ciencia. Es preocupante que algo tan acientífico como estigmatizar el escepticismo o el juicio crítico se valore tan positivamente. “Disminuye el escepticismo hacia la ciencia en el mundo” titulaban muchos medios como señal de progreso al informar del último estudio elaborado por la empresa 3M hace un año sobre el estado de la ciencia en el mundo . “El nivel de escepticismo hacia la ciencia bajó del 35 al 28 por ciento” destacaban, añadiendo que “una mayoría significativa (75%) haría frente a los escépticos para defender a la ciencia si alguien la cuestiona”.
¿Defender a la ciencia? ¿Acaso no es consustancial a la ciencia dudar? No conformarse, discrepar, suscitar interrogantes y buscar respuestas ha sido y es clave esencial de la investigación. ¿Porqué, si la ciencia ha hecho del escepticismo una virtud, ahora resulta que es algo negativo? ¿A qué se debe ese afan por parte de los “defensores de la ciencia” en retratar a los críticos como personas que no creen en nada, tipos displicentes y negativos, tachándoles de negacionistas? Podrá darse el caso de críticos radicales que lo niegan todo, pero la mayoría de los escepticos no son locos. Más bien al contrario, quienes ejercen el escepticismo científico tienen una mente educada y capacidad de juicio crítico. Son los que no se conforma con creerse a ciegas todo lo que provenga de ese nuevo dios en que algunos pretenden convertir la ciencia desnaturalizándo su esencia. El escéptico es el que duda, formula preguntas, no compra cualquier cosa, critica la pseudociencia, refuta datos terjiversados, sospecha de informaciones silenciadas y desconfía de alarmismos magnificados.
¿Será por ser el mejor antídoto frente a la manipulación de la ciencia por lo que el escepticismo científico es hoy tan denostado? En gran medida sí. La investigación científica al igual que el resto de las actividades humanas cohabita con intereses de todo tipo y no es ajena a debilidades y tentaciones mundanas. De ahí que utilizar la ciencia con fines espurios no sea algo excepcional. De hecho, dado el potencial que encierra la ciencia, sería de ingenuos pensar que instrumento tan versátil y efectivo no fuese aprovechado por quienes persiguen objetivos ideológicos, económicos o políticos. Igual de cándido sería quien pensase que esa manipulación se limita a algunas distorsiones científicas o divulgaciones patrocinadas. No, como siempre ha sucedido, las manipulaciones de calado no son cosa de unos pocos indocumentados; operan en el núcleo del ámbito científico de que se trate implicando en ellas a científicos destacados y sus instituciones. Y para alcanzar su propósito los manipuladores emplean a fondo los medios de comunicación pertinentes y no dudan en desacreditar todo lo que se les oponga, particularmente el escepticismo.
Junto a sus promotores, los mejores aliados de la manipulación son aquellos que, por pereza intelectual, interés personal o simple adhesión a lo que estiman actitud moderna, avalan la creencia de que la ciencia está por encima del poder y de sus maquinaciones. Son los incautos “defensores de la ciencia” tan atentos a denunciar al escéptico como ajenos a su sometimiento a la manipulación científica.
