Los carteles del retrato de Putin con la imagen de Hitler en las manifestaciones contra la invasión de Ucrania lo dicen todo. Mientras el invasor afirma combatir el nazismo, sus socios comunistas y afines, maestros de la distracción, denuncian que es un acto fascista.
Hoy, para distinguir entre quienes han vivido bajo la bota de un régimen comunista de aquellos que, gozando de libertad, se permiten admirar tan liberadora ideología, basta ver algunas de las pancartas de las manifestaciones contra la invasión de Ucrania. Los unos no tienen duda alguna de quienes son los criminales. A los otros, intoxicados por el engaño, les han acostumbrado a que en sus cabezas bailoteen ideas incompatibles. Porque a la postre de eso se trata, de confundir para dominar, diluyendo las fronteras del bien y del mal, enmascarando los amargos sabores de una ideología venenosa, atribuyendo sus victimas a otros e izando banderas falsas cuales señuelos para captar buenos sentimientos, manipularlos y retorcerlos con el único fin de someter. Siempre piden lo mismo; la entrega del alma a cambio de saciar el estómago prometiendo paraísos terrenales y siempre acaban por aniquilar el espíritu, repartir miseria e implantar degradados paraísos de hierro.
Hay que reconocer que en los últimos cien años el comunismo y sus satélites izquierdistas han cosechado grandes éxitos de ventas entre las democracias liberales. Cierto es que las técnicas del engaño, el camuflaje y el disimulo han servido a muchas causas; ninguna buena. Como también que operan a diario en el llamado mundo libre. Pero si el nazismo contó con grandes maestros y escuelas de funesto recuerdo y los poderes mundialistas del capitalismo manipulan a doquier, es justo aceptar que el comunismo es un consumado campeón. Su influencia en el tejido cultural, intelectual, educativo, mediático, religioso, social, económico y político de occidente es tan obvio, como sistémico.
Ha hecho falta la invasión de Ucrania y el miedo a su expansión y consecuencias, para que se alcen algunas voces, aún tibias y escasas, reconociendo la ingenuidad y candidez de occidente. Pero las décadas de contaminación han calado tan hondo en las sociedades, la confusión de ideas está tan arraigada, que no será fácil erradicar cáncer tan maligno. Da igual de que se trate, para todo lo bueno tienen su bandera falsa y para todo lo malo su culpable; el fascismo. No cabe otra, o militas bajo sus banderas o eres un peligroso fascista. Porque son los auténticos demócratas o mejor dicho los únicos con autoritas para acreditar o no a los demás. Redentores de los oprimidos, paladines del ecologismo y el feminismo, bastiones de la paz, garantes de la igualdad y defensores de todas aquellas causas que crean pueden anidar en los sentimientos humanos, pero que jamás encuentran espacio allí donde el socialismo real logra imponerse.
Sin duda para sus mentores la propaganda comunista ha avanzado de éxito en éxito. Singularmente porque han logrado recabar la aquiescencia cuando no la activa colaboración de muchos que se consideran sus detractores, facilitándo metástasis en amplias capas del cuerpo social. No cabe otra explicación para que tantos en el mundo hayan creído en tantas banderas falsas nacidas de la propaganda comunista y aireadas como mágico banderín de enganche por la izquierda.
Sin ir más lejos en España, donde las banderas falsas se han comprado al por mayor, el progresismo ha sido asimilado por gran parte de la población. Lo mismo da su credo político o religioso; unos comulgan con toda suerte de ideas y políticas mendaces por ofuscada convicción, otros, no pocos, por mero oportunismo y los más por miedo a que les nieguen su condición de demócratas. Son aquellos que han hecho suya la retórica izquierdista, el lenguaje inclusivo y lo que sea menester. Los mismos que, ante los crímenes de la banda terrorista etarra, nacionalista, independentista y socialista, unían sus voces a las de la izquierda, tachando a los criminales de fascistas, para no ofender a los comunistas. Es lo que tiene aceptar servir durante tanto tiempo bajo banderas falsas.
