Luz de gas

Quizás alguien me lo pueda aclarar. ¿A qué se debe que la factura de la luz sea la más complicada de todas las facturas domésticas? ¿Cuál es la finalidad?

Que el recibo de la electricidad sólo es apto para iniciados y expertos en la materia es conocido y sabido por todo el mundo. Cualquiera que haya intentado descifrarlo lo habrá comprobado. En mi caso hace tiempo que no me detenía a revisar la factura, pero esta semana la curiosidad me indujo a ello; me dio por querer saber cuánto había subido el último año. Pude comprobar que, efectivamente, la subida media de un año a otro ha sido un disparate; del orden del 30%. Pero ¡ay! amigo, cuando cometí el error de querer ahondar en el desglose también constaté que su complejidad había aumentado en la misma proporción. Entre cargos, impuestos, peajes, márgenes, tarifas y demás detalles, si la factura de hace un año contenía más de siete conceptos con sus cuotas y porcentajes, la del mes pasado superaba la decena. Evidentemente el esfuerzo requerido para desentrañar tamaño alarde de información técnica, mucha de ella incomprensible para el común de los mortales, no merecía el esfuerzo. Mi interés por conocer el escandallo del kilovatio que se me suministra no alcanza para tanto. En cambio, lo que sí me suscitó semejante rompecabezas fue preguntarme quién había sido el artista y qué lo justificaba.

A priori cabe pensar que quienes hayan parido semejante modelo de factura lo habrán hecho por alguna razón. La verdad sea dicha, tras darle vueltas he sido incapaz de encontrarle sentido. Me dirán que es cuestión de transparencia informativa; para que el consumidor pueda conocer mejor el detalle de lo que paga. Igual es ese el objetivo, no lo niego, pero, si así fuese, el fracaso es rotundo. Basta señalar la expresión más comúnmente utilizada por los vecinos para definir tan pedagógica factura: ¡No hay quien la entienda! Así que, si la finalidad informativa parece estar provocando el efecto contrario, cabe preguntarse ¿por qué se insiste, incluso aumentando su complejidad? Pero siendo este un interrogante que invita a la reflexión, hay otro aún más básico y enigmático: ¿qué explica que la factura de la electricidad sea única en su género? Porque, si comparamos su grado de confuso detalle con el de las facturas del resto de suministros, incluidos agua, gas o gasolina, no hay color. No digamos si vemos el caso de otros tantos productos y servicios; en complejidad la factura de la electricidad está a años luz. ¿No debería exigirse a los demás artículos de uso y consumo el mismo grado de transparencia?

Alguien con cierta suficiencia me comentó que tenía que comprender que todo lo relativo a la energía eléctrica era muy complejo y de ahí que la factura también fuese complicada. Debe serlo le dije, no hay más que verla. Claro está que le negué la mayor. Porque si suministrar un kilovatio de electricidad conlleva un proceso complejo, que no lo niego, ni es un caso único ni el mayor. Aplicando semejante argumento, no quiero imaginar cómo debería ser la factura cuando nos proveen un coche de alquiler, un billete de avión o pagamos un tratamiento médico. Al salir del supermercado junto al carro con los productos habría que llevar otro para las facturas que sumaríamos a las que nos dieron en la gasolinera, la farmacia y en el restaurante donde tomamos un cocido. ¿Acaso no cabría llenar folios con todos los detalles y conceptos repercutibles a cada uno de los ingredientes que lleva una ración de cocido hasta que llegan guisados a nuestra mesa?

No, por muchas vueltas que le dé, no hallo explicación a esa factura a la que nos tienen acostumbrados. Y mientras alguien no me ofrezca una justificación lógica, me veré inclinado a pensar que la factura de la electricidad es una forma de hacer luz de gas a los consumidores para que lleguemos a dudar de nuestra razón y capacidad para entender la realidad de bien tan preciado.