Tontos de hoy

Están en todas partes y a todas horas; el número de tontos en circulación crece sin parar. Pudiera pensarse que no hay más, sino que son más activos. Pero me temo que no es razón suficiente; sólo su aumento, inducido por un entorno social que favorece su proliferación y notoriedad, explica semejante plaga.

Tontos los ha habido siempre y en abundancia. Ya se lo decía el bachiller Carrasco a don Quijote citando la sentencia del Rey Salomón: stultorum infinitus est numerus. Pero además de ser legión los hay variadísimos. Santo Tomás de Aquino en su extensa obra describe más de veinte tipos de tontos que van desde los asnos e insensatos pasando por los idiotas e imbéciles hasta los necios estúpidos y estultos. Quevedo, en Invectivas contra los necios- Genealogía de los modorros, distingue tres categorías de personas de este humor; los necios, que hay que tratarlos de cerca para descubrir que lo son, los majaderos, que se delatan tan pronto abren la boca y los modorros que son tan fáciles de reconocer no siendo menester que hablen, basta con poner los ojos en ellos.

Viniendo a nuestro tiempo, me detendré en algunos especímenes de tan prolífica familia que, no por nuevos sino por lo que se prodigan en estos tiempos, merecen señalarse. Claro está que no aspiro a ser exhaustivo en campo tan fecundo, pero a riesgo de omisiones que el lector sabrá perdonar y enmendar aquí va mi selección de “tontos de hoy”: pasmados, tibios, iluminados y apolíticos.

El caso de los “tontos pasmados” es paradigmático de la influencia del entorno social en su abundancia. Hay épocas en las que se promueve lo admirable, provocando la admiración, emoción que despierta la curiosidad y aviva la inteligencia. En estos tiempos lo que se respira es el asombro; no hay día que pase sin su dosis de noticias sombríamente sorpresivas. Mayoritariamente confusas, ingratas y pasmosas, tienden a producir más aversión y rechazo que curiosidad e interés. Siendo así inducen el hartazgo del personal, hasta el punto de escucharse por doquier: ¡ya nada me sorprende! Pero cuando, reacción tan lógica se convierte en hábito, por tirar la toalla ante tanta sobredosis de asombro, es fácil sufrir su influjo paralizante. Un efecto que, si prolongado, lleva al estupor; ese estado de necedad propia de los tontos conocidos como pasmados. Son muchos y fáciles de detectar. Su conversación se ciñe a cuatro temas y según sea lo asombroso, grato o no, a lo más se les ocurre exclamar: ¡es estupendo! o ¡qué horror!

La categoría de “tontos tibios” ha crecido como la espuma. Tanto como el fomento de una tolerancia mal entendida que invita y premia la equidistancia. Por no arriesgar rehúyen significarse, llevándoles su tibieza a renegar de pensar. No es que sean poco decididos, pues para evitar comprometerse lo son, sencillamente han optado por la tibia neutralidad, dejando que sea la corriente mayoritaria la que decida su posición. La mayoría son equidistantes por interés, pero, de tanto dejar de discernir van mutando a seres sin criterio, estultos, con el juicio embotado hasta la fatuidad. Para colmo, como buenos fatuos, suelen estar henchidos de presunción y vanidad haciendo gala de su “tolerancia”.

Los “tontos iluminados”, que tanto se prodigan en público, son cansinos y despreciables. Ignorantes osados, descubren un día la rueda y al otro el mar. Convencidos de que con ellos comenzó la historia, no dejan de parir ideas tan estériles como su mente, proponiendo todo lo fallido como solución sencilla y creativa. No tienen remedio, pero si mucho peligro porque no sabiendo que son tontos aspiran a gobernar y de hecho lo logran gracias, en gran medida, a la sobreabundancia de los últimos de mi lista: los “tontos apolíticos”.  

Quizás los más dañinos y, en muchos entornos lo más incentivados, Bertolt Brecht decía de este tipo de “tonto apolítico” que era el más burro de los analfabetos, ese que se enorgullece y ensancha el pecho diciendo que con el no va la política. Curiosamente se dan mucho entre personas aparentemente letradas que, refugiadas en su actividad, creen, en su embrutecimiento, que eso de la política es cosa de otros, que no va con ellos. No pocos actúan así, como los equidistantes, para no mojarse y estar siempre a flote, pero al menos aquellos han decidido dejarse llevar; los “tontos apolíticos” en su vanidosa necedad realmente están convencidos de que pueden mantenerse al margen. Poco cabe añadir, el dicho popular los retrata: Necio graduado da asno albardado, pues con capa de letrado, anda mucho burro disfrazado.

4 comentarios sobre “Tontos de hoy

  1. Frente a quienes ignoran a los tontos porque piensan que su propia estupidez los vuelve inofensivos, el macroeconomista Carlo Cipolla publicó en 1988 un breve ensayo (Allegro ma non troppo) en el que explica que nada más alejado de la realidad y que fueron los tontos los responsables de la caída del Imperio romano y otras muchas desgracias. El malo, argumenta Cipolla, ocasiona un perjuicio para sacar un beneficio: quita su dinero a la víctima, pero se lo queda él, con lo que no altera la suma de dinero en circulación. Los tontos, por el contrario, causan daño gratuitamente, sin obtener nada a cambio, con lo que provocan una destrucción neta de riqueza. Y lo peor es que, como son tontos, no puedes prepararte, porque nunca sabes por dónde van a salir. Estamos indefensos y, en definitiva, perdidos. Un fuerte abrazo y enhorabuena.

    Me gusta

Replica a javierrubiodeurquiasic Cancelar la respuesta