Chivatos a domicilio

Acechando detrás del visillo. Observando a escondidas por la mirilla. Escuchando en el rellano o susurrando con el portero, siempre vigilante del hacer ajeno, así es la triste vida del chivato de vecindario. Tipo abyecto que nunca da la cara y no soporta que el vecino sea feliz. Detestado, a veces temido, de un tiempo a esta parte el chivato a domicilio se ha venido arriba y delata a destajo.

En el colegio se soportaba a casi todos los pelmazos, listillos, pelotas y demás tipos repelentes, pero al chivato no; ese era un apestado. En el imaginario colectivo estaba grabado que chivarse era lo peor y desde bien pequeño te enseñaban que ganarse el favor del maestro señalando era sucio y feo. Pero a decir verdad no todos eran iguales. El más usual, el acusica compulsivo que ejercía sin tapujos y que, sin previo aviso, espetaba: «fue él» apuntando con el dedo, hacía poco daño. Era como un moscardón y solía llevarse su merecido. El peligroso, el tóxico, era el delator que actuaba a escondidas. Casi nunca se le pillaba pero todos sabían que había una rata, un traidor.

Conocer qué mueve a un chivato no es fácil. Para un cobarde el ánimo de venganza  puede ser buen motivo; se limita a señalar para que otro haga lo que él no se atreve. En muchos casos, el dinero, el afán de apropiarse de lo ajeno o sencillamente de deshacerse de un competidor es causa suficiente. Pero las más de las veces el chivato de oficio actúa sin necesidad aparente; le mueven otras razones más oscuras que dominan su alma de delator. Porque no nos confundamos, el soplón interesado no es el valiente ciudadano que denuncia un delito exponiéndose a las consecuencias. Al contrario, lo mismo que quienes alientan la delación imponen la omertá cuando les conviene, los chivatos acostumbran a tener mucho que callar y a guardar silencio frente al que manda.

Como la mala hierba que crece mezclándose con el cereal cuya harina es tóxica por el parásito que lleva dentro, los chivatos viven camuflados entre vecinos poniendo en pico faltas ajenas para alimentar su resentimiento. Pero a diferencia de la cizaña, los delatores hacen el mal queriendo. De ahí que Dante, en su «Divina Comedia», reserve a los traidores el más profundo círculo del infierno.

No es extraño que el delator evoque a la cizaña. En buena medida según sea quien cultive el predio abunda más o menos. Desde hace años y en estos tiempos, con más éxito si cabe, la delación, siniestro símbolo de regímenes represivos y totalitarios, parece haber encontrado terreno abonado para multiplicarse. Frente a los que piensan que la unión hace la fuerza, el divide y vencerás es la divisa de todo déspota que se precie y sembrar cizaña una de sus estrategias predilectas. Provocar el enfrentamiento y la desconfianza son tácticas recurrentes para consolidar el poder y, para ello, no hay mejores cómplices que el miedo y el chivato; el miedo guarda la viña y el chivato ejerce de informador al acecho.

La vecina que denuncia a una jubilada por estar en su casa de la playa habiéndose saltado la restricción, que nada tiene que ver con avisar de una juerga ilegal, o quien delata a unos hijos que van a ver a sus padres, a alguien fumando en un local o hablando en español en el patio de un colegio, poco se distinguen en el fondo del que se chiva del compañero de clase. Para que crezcan los chivatos sólo basta cultivar inclinación tan torcida dándole visos de servicio a la causa. Con la dedicación suficiente se pueden alcanzar grados de bajeza impensables como la de los canallas que señalaban al pistolero la hora de paseo del adversario.

Alguien dijo que se empieza dando alas a los delatores y se les termina poniendo en nómina. No es el caso de los chivatos a domicilio, a estos les basta con saciar su ruin deseo de fastidiar y la satisfacción del daño causado. Pero si quien debiera velar por el bien público anima tan baja pasión, convirtiendo a los delatores en probos ciudadanos guardianes del orden, todo es posible. Las páginas más negras de la historia han contado siempre con «buenos ciudadanos» ejerciendo de sórdidos chivatos a domicilio.

4 comentarios sobre “Chivatos a domicilio

  1. Muy cierto Javier. Es increíble cómo han proliferado éstos personajes, aburridos, paletos y envidiosos, muy de regímenes comunistas, en el que estamos… aunque se hable de democracia

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