Nunca olvidar

Hasta donde la memoria me alcanza creo que el pasado año ha sido el más vituperado en su despedida. Si a muchos les ha bastado con execrarlo otros han ido más allá pidiendo su destierro al averno del olvido. No es para menos; el añito de marras ha sido de aúpa. Pero justamente por ello, si algo no merece, es ser olvidado. Se le podrá mentar a su padre, a su madre y a toda su parentela, tildarlo de horrible y siniestro pero olvidarlo, eso nunca.  

Por razones que no me alcanzan el olvido intencionado de una mala experiencia se presupone bondadoso, positivo, vinculado al perdón y a la felicidad. En contra, no olvidar es considerado negativo, rencoroso, insidioso y causa de mil y una desdichas. Pero ni querer olvidar es tan saludable ni desear recordar tan insano. De hecho el auténtico perdón sólo es posible en el recuerdo. El que opta por olvidar sin más, no perdona, sólo intenta obviar lo que no le gusta, porque en el fondo el poso siempre queda y antes o después aflora.

Recurrir al olvido para evitar tener que vivir con el recuerdo puede ser tentador, pero en el pecado está la penitencia. De esto deberíamos saber mucho los españoles, tan dados a tirar de aparente bondad cuando interesa y practicar eso que hemos venido en llamar «pasar página». ¡Qué fácil y oportuno es hacer borrón y cuenta nueva! Cuán a gusto se quedan quienes lo ejercen y predican y cuantos han medrado a costa de ello. De lo que nadie se hace responsable es de los efectos de tamaña impostura. Porque el olvido nunca trae paz ni justicia. Lo que si facilita es la reconstrucción del pasado según convenga; afán también muy arraigado en estas tierras. Primero se apela al olvido como acto generoso para la convivencia y, cuando la anestesia ha surtido su efecto, se despiertan las conciencias dictándoles una sana «memoria histórica»; pronto incluirá un capítulo dedicado al año que nos animan a olvidar.

Rechazar el olvido no es sinónimo de rencor ni ha de servir para alimentar odios, resentimientos o sed de venganza. Más bien querer recordar es de sabios porque los recuerdos bien asimilados enseñan y aportan conocimiento y luz para discernir e iluminar el presente y el futuro. Como también es de justos esforzarse en no olvidar. Porque el olvido todo lo iguala; lo malo lo bueno, los héroes y los villanos, todos van a parar al mismo saco. Por ello, para impedir tamaña injusticia, para evitar que alguien  haga el relato de los días vividos durante tan infausto año, lo mejor es no olvidar.

Hay decenas de miles de razones para recordar el año 2020. Aunque sólo fuese por los fallecidos, el olvido sería imperdonable. Lo que han padecido nuestros mayores ni las miles de vidas arruinadas pueden quedar en el olvido. No cabe acordarse sólo de lo bueno y olvidar lo malo; lo uno sin lo otro se diluye. El dolor, la tristeza la rabia que ha provocado tanto fracaso nunca serán borrados con el olvido. Tanta píldora amarga sólo cabe ser cabalmente digerida recordando a quienes dieron lo mejor de sí; los generosos, solidarios, sinceros, honrados y honestos. No olvidar a quienes nos mintieron o a los que nos defraudaron es tan justo y saludable como guardar en la memoria a los que nos sorprendieron con su bonhomía. Olvidar a los que se aprovecharon, callaron, evitaron significarse o colaboraron con todo lo malo que el año ha aflorado sería tan injusto como no acordarse de los muchos que nos enseñaron lo grande y bueno que puede llegar a ser el ser humano, tanto como para conservar la esperanza tras un año tan amargo.

8 comentarios sobre “Nunca olvidar

  1. Toda la razón Javier. Además, siempre hay que «olvidar» únicamente lo que les interesa que olvides. Ellos ya se encargan de «recordarte» lo que quieren, tergiversándolo.

    Me gusta

  2. Que gran verdad Javier, me he sorprendido disfrutando como un crío tirando bolas con mis hijos y retozando en la nieve, pero leyendo tu artículo he sido consciente de cómo lo he vivido, realmente como un niño.
    Un abrazo , feliz año y a seguir gossandoooo que este año nos vamos a divertir.
    CC

    Me gusta

Replica a Manuel Tuero Secades Cancelar la respuesta