Pequeña gran historia navideña

Día de Nochebuena. Había amanecido gris pero ya no lloviznaba. Acabados los últimos recados antes de comer, a mi hijo y a mí ya sólo nos quedaba en la lista llenar el depósito. Nos acercamos al poste que hay cerca de casa; una pequeña gasolinera con su caseta y surtidor.  De pie en la puerta aguarda el empleado. —Buenos días, ¿qué ponemos? —pregunta. —Hola, —lleno por favor. —Bonito día —comenta el mozo mirando al frente. Salgo del coche para pagar y me fijo mejor en él; es un chaval. Parece que acabe de estrenar el uniforme; tipo pulcro. Termina de repostar y engancha la manguera en la bomba. Todo lo hace tranquilo, sin pausa, con precisión, prestando atención al detalle. Coloca el tapón del depósito, comprueba que está bien cerrado, le pasa un trapo y se gira.  Entre la visera de la gorra calada y la mascarilla me sorprende su mirada; limpia, afable, casi infantil.  

— ¿Cómo va a pagar? —Con tarjeta —le contesto.  Entra en la caseta, me acerco a la puerta y, mientras teclea el datáfono, me pregunta si quiero comprar un jamón.  —Bueno es una paleta, —afirma, pero de calidad y está de oferta. —No gracias, por hoy ya he terminado mis compras, —le respondo. Me mira, sus ojos sonríen y afirmando con la cabeza comenta  —sí estos días son de mucho gasto verdad. ¡Lástima es un buen jamón! —Seguro, me encantaría, pero ya le digo. —Oiga ¿no tendrá tarjeta de puntos? También puede conseguirlo por siete mil puntos.  —Sí, tarjeta tengo, pero la uso poco, casi siempre se me olvida y no tengo ni idea de cuantos puntos tengo. —Eso no es problema, déjeme a mí, se lo puedo mirar, igual hay suerte. Y con su ademán preciso y pausado teclea en una pantalla, me pide el DNI, se vuelve y, como si a él le hubiese tocado un premio, exclama: — ¿Tiene ocho mil puntos? le da para el jamón y aún le sobran. —Hombre ¡qué casualidad! muchas gracias, sí parece tontería pero hace ilusión y así sin esperarlo. —Aquí lo tiene, —me dice mientras lo descuelga y me lo entrega, —un jamón siempre es cosa buena. —Y que lo diga, de no ser por usted no me lo llevaría, muchas gracias y feliz Navidad. —Pues que lo disfruten —y sin dejar de mirarme sonriendo se despide con un sonoro y sincero ¡feliz Navidad!

Al entrar en el coche mi hijo riendo exclama —je, je, ¡menuda suerte un jamón de regalo! Le cuento lo sucedido y contesta —sí, es una buena persona, siempre que vengo te recibe con una sonrisa y una palabra amable. Habrá quien piense que es simple, que se conforme con poco, pero no, es un tipo sencillo y feliz ¿qué más se puede pedir? —Así es le contesto, no ocupará ningún cargo de relumbrón ni será famoso, pero tiene el don de transmitir una gran sensación de bienestar. Este tipo sencillo regala trato personal y amabilidad a diario y eso no tiene precio. Arrancamos y partimos para casa encantados con nuestro jamón.

Cuanto debemos a esas gentes sencillas que, sin esperar nada a cambio, sin conocernos, nos regalan su amabilidad, se interesan y tantas veces nos echan una mano dejándonos una sensación de felicidad y agradecimiento. Son extraordinarios. A todos ellos muy feliz Navidad.

13 comentarios sobre “Pequeña gran historia navideña

  1. Y tanto… Cuesta poco ser amable y alegrar el día a quien nos rodea. Todo siempre mejor con una sonrisa. Seguramente este amable dependiente hace más por los demás que muchos tipos con un cargo, que viven y trabajan para su exclusivo beneficio. Feliz Navidad

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  2. Comparto contigo tus afirmaciones y lo que cuentas. Hace unas semanas, a mí me sucedió lo mismo y me fui de la gasolinera con una lata de aceite de oliva virgen extra gracias al empleado que me atendió con interés y amabilidad. Aunque estas iniciativas se incluyan en las diferentes Campañas de las empresas, me fui de la gasolinera con un «buen sabor de boca» y contenta. No sólo por llevarme un regalo que no esperaba, sino con la grata sensación de encontrarme con una persona que pone cariño en lo que hace. En su trabajo. Sea el que sea. Cada trabajo y cada persona son importantes; y la relevancia y categoría del mismo se muestra gracias al mimo y tesón con los que los desarrollemos cada uno y no por el nombre del Cargo y la «posición » desde los que se desempeñe.

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