En ocasiones la vida nos coloca en situación de tener que optar por el mal menor para evitar otro mayor. Si lo pensamos bien no es tan infrecuente como pudiera parecer. Pero cuando se abusa de este principio ético, retorciéndolo en beneficio propio, las consecuencias tienden a ser nefastas. La actualidad nos brinda ejemplos varios.
Recurrir al principio del mal menor puede estar justificado pero sólo cuando no existen más opciones. La historia y la vida cotidiana ofrecen numerosas muestras de este tipo de dilemas éticos de muy diferente calado. También abundan los casos en los que, habiendo más alternativas, estas se niegan para poder optar por una solución éticamente peor, pero más ventajosa, disfrazándola de mal menor. Si bien estos casos obedecen a motivaciones diversas, todos responden a un mismo patrón; anteponer el beneficio propio, la mentira y la cobardía. Apelar al principio de mal menor, echando la culpa a los demás por no haber dejado otra salida, suele ser la excusa culposa más al uso. En España ha encontrado gran acogida apuntalada en una coartada tan vieja como amoral; la bondad de la equidistancia para superar enfrentamientos.
Probablemente uno de los políticos más nombrados de la historia sea el procurador de Judea, Poncio Pilatos. Su famoso lavado de manos fue todo un ejemplo de quien, por conveniencia, deja a un lado la alternativa correcta ocupando una posición neutra entre el bien y el mal aunque implique actuar injustamente. Apostando por un falso mal menor, Pilatos primero prevarica castigando con la flagelación a quien él sabía inocente para ver si con ello consigue aplacar los ánimos y alcanzar un compromiso. Pero al constatar que su cesión a la injusticia era insuficiente y que su cargo seguía en juego, consuma su ignominia con dos decisiones a cada cual más repugnante; condena a muerte al inocente y se lava las manos. ¡Cuántos Pilatos siguen ejerciendo en la actualidad y cuan sórdidos son sus actos!
Desgraciadamente, la siniestra equidistancia inspirada en una corrupta versión del principio de mal menor, lleva siendo práctica tan habitual que ha calado hondo incluso entre gentes corrientes tan ingenuas como dispuestas a taparse la nariz. Promovida por oportunistas del beneficio propio, se ha asumido y asentado como praxis política situar en el mismo plano a buenos y malos poniendo como cebo moral la bondad de una supuesta reconciliación. Una práctica arbitraria y dañina basada en que el fin justifica los medios que, antes o después, resulta corrosiva. Como tantas veces nos ha enseñado la historia, encubrir intereses egoístas ejerciendo un supuesto buenísimo pragmático aceptando el mal menor habiendo otras alternativas, sólo conduce a que el mal mayor, siempre insaciable, se salga con la suya. En eso llevamos años en España.
Pero para que no se piense que estamos ante una patología exclusivamente hispana concluiré refiriéndome a un acto sórdido de equidistancia perpetrado recientemente por un importante vecino francés. El diccionario ofrece varias acepciones de la palabra sórdido: que tiene manchas o suciedad; impuro, indecente o escandaloso; miserable o muy pobre. Hace falta sumar todas ellas para calificar la carta de respuesta de la Agencia de Noticias France Press al Colectivo de víctimas del terrorismo (Covite), que les había hecho llegar su malestar y decepción porque una agencia de noticias pública se hubiese prestado a hacer un fotorreportaje al terrorista Josu Ternera que le sirviera para blanquear su imagen. El texto, amén de un alarde de hipocresía, es todo un alegato en defensa de un buenismo equidistante que su autora, la directora de fotografía de la Agencia, denomina «no tomar partido». Pobre incauta, de principio a fin no hace otra cosa. Escrita para alienados o imbéciles, que viene a ser lo mismo, todo su argumento es un despropósito indigno y vil. Para muestra un botón; justifica el no calificar a ETA como organización terrorista sino como “organización separatista” porque ellos mismos se definen así. Poco cabe añadir. Aunque puede resultar tóxica recomiendo su lectura por si cabe alguna duda de que Pilatos sigue más vivo que nunca. Quizás la diferencia es que el procurador de Judea se lavó las manos por ser consciente de habérselas ensuciado. Sus aprendices de hoy, mucho más embrutecidos, se sienten orgullosos de sus bajezas.

Certero como siempre Javier
Me gustaMe gusta
Gracias María. Cuidaros mucho que los tiempos son de aúpa.
Besos
Me gustaMe gusta