Hablando de virus: mil y una mentiras que combatir

Dicen que el Covid – 19 traerá muchos cambios necesarios, la mayoría de los cuales no podemos ni imaginar. Seguro que así será. Más aún, los cambios ya están aquí; los siembra el propio virus. Algunos ya han brotado y permanecerán, otros surgirán cuando toque y no pocos serán flor de un día. Entre todos ellos quizás los más urgentes no se darán por sí solos. Tan enraizados están algunos males que ni siquiera las desoladoras secuelas de la pandemia serán suficiente acicate para erradicarlos. Por desgracia, si no estamos prestos a esforzarnos, algunos vicios instalados, que tantos males acarrean, apenas se verán mellados. Aprovechemos pues estos momentos, propicios para la reflexión, para, sino exterminar estos otros virus, lo que es mucho aspirar, contribuir al menos a limitar su toxicidad. Podemos comenzar desinfectando algunas de las mil y una mentiras con las que convivimos.

Va siendo hora de llamar a las cosas por su nombre, de dejar de mirar hacia otro lado, de aceptar como ciertas rotundas falsedades que ofenden la inteligencia. Mentiras convertidas en argumentos, instaladas al socaire de ideologías oportunistas. Embustes, mendacidades elevadas a la categoría de creencias, al servicio de intereses turbios que buscan más el enfrentamiento que la concordia. No debemos seguir permitiendo, por aquello de llevarnos bien o por no incomodarnos,  que el engaño sea moneda de curso legal, que lo falso corrompa las esencias de una sociedad sana.

Siempre estamos a tiempo de levantar la voz combatiendo la mentira con la razón. A vuela pluma me vienen a la cabeza algunas muestras de embustes muy extendidos. No es verdad que todo lo pasado fue peor ni que todo lo moderno sea mejor. No son más malas ni buenas las personas por ser hombres o mujeres ni más o menos sospechosas. Los jubilados no son clases pasivas ni las amas de casa marujas sin realizar. Tampoco es verdad que lo público sea siempre mejor que lo privado o que la pareja sea igual que el matrimonio. Ni que los padres sean prescindibles y las madres meras progenitoras. Los funcionarios no son vagos por naturaleza ni los empresarios ávidos codiciosos. El sexo de cada cual lo determina su genoma no su deseo y la virginidad no es un estigma. El orden, la disciplina no son técnicas represivas, al igual que no es patrimonio exclusivo de la izquierda la protección social. Creer en Dios y rezar no es anacrónico, como ser ateo no es ni tan sencillo ni tan común. El derecho a decidir tiene sus límites y España no es una nación de naciones. Cazar no es un acto genocida y torear es un arte no un crimen. Cuidar el entorno no es hacer un gesto, exige esfuerzo y dinero. Tampoco es de talibán peligroso criticar el desarrollismo a ultranza ni la especulación ciega. Lo mismo que tratar a todos por igual no es justo, el fin no justifica los medios. La caridad no es egoísta ni humillante, como tener dinero no es en sí mismo pecado. Ser leal no es adherirse incondicionalmente al poderoso sino atreverse a decir la verdad.  El embrión no es un bichito ni un amasijo de células, es un ser humano. Diluir los errores del capitán en los de la tropa es intento de tapar verdad con mentira. El pueblo no siempre tiene razón y los votantes sí que nos equivocamos. Para muestra un botón.

Seguro que a ti paciente lector se te ocurren otras tantas mil y una falsedades que denunciar y de las cuales aislarte. Paz y bien y feliz confinamiento.

5 comentarios sobre “Hablando de virus: mil y una mentiras que combatir

  1. Otra melonada especialmente popular es aquella de:
    «Todas las opiniones son respetables» cuando la oigo suelo preguntar: ¿Tambien la opinión de Hitler sobre los judíos?.
    Lo esencial es la libertad de opinar sin cortapisas y eso conlleva el derecho a decirle a alguien: «Esovque usted dice es una melonada y una aberración. No por ser su opinión de usted es respetable».
    Y así nos va.

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  2. Fantástico como siempre Javier. Toda la razón y efectivamente podríamos añadir infinidad de mentiras que se dicen fundamentalmente por ignorancia, incultura y también maldad

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  3. Fantástico como siempre Javier. Efectivamente podríamos añadir un montón de mentiras que se dicen por miedo, comodidad, desconocimiento… y maldad

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