En estado de mente errante

No se trata de evadirse de la realidad, ejercicio a veces muy saludable. Ni de practicar la meditación, siempre recomendable. Tampoco supone entregarse a la fantasía que, en dosis justas, resulta placentero. Dejar a la mente deambular a su antojo es algo diferente; una práctica que considero muy interesante.

Hay quien pudiera calificarlo de ocio. No lo discuto.  Con lo que no debe confundirse es con divagar; hacer una cosa y pensar en otra.  Inclinación  nada infrecuente que puede resultar hasta peligrosa. Porque lo que he venido en llamar estado de mente errante no supone abstraerse de lo que uno está haciendo. Todo lo contrario, para adentrarse en dicho estado hay que centrarse en esa tarea. Implica dejarse llevar, abandonarse a que la mente vagabundee sin rumbo. Exige no hacer otra cosa más allá de estar. Aunque entraña riesgos puede conjugarse con acciones como pasear, si bien es más seguro  estarse quieto. Los más ancianos, sabios ellos, suelen practicar esta modalidad.

Doy por hecho que la perspicacia del lector ya habrá descartado el pensar como actividad principal del estado de mente errante. Así como que no estoy hablando de intentar dejar la mente en blanco, cosa imposible para los vivos. Cierto, pensar, si acaso, llega después. Es una derivada plausible con variado grado de provecho. A veces uno sale del estado abruptamente, sin mayores consecuencias, aunque siempre deja poso. Las más, deviene en hilvanar ideas y tejer pensamientos. He ahí su virtud.

En una sociedad en la que se promueve que todo tiene que tener una utilidad práctica cuasi inmediata, mi reflexión pueda desdeñarse como algo banal o tacharse a lo sumo como una frivolidad o mero divertimento. Si es así, al menos me habrá servido de entretenimiento y a ti lector, si has llegado hasta aquí, de pasatiempo. Pero como creo que el estado de mente errante existe, que no es algo insustancial y que no pocos habremos caído en él,  argumentaré un poco más.

 Todos somos observadores. Tenemos la capacidad de percibir lo que acontece a nuestro alrededor. De manera consciente o no, todos somos testigos. Cosa distinta es que caigamos en la cuenta y nos posicionemos. Hilar lo captado, quererlo entender, nos lleva a otro estado, el de comprensión. Un estado que nos aporta un saber propio, fruto de nuestra experiencia, que alimenta pensamientos que a su vez alientan la creatividad. Esta es la virtud a la que me refería.

Entrar en estado de mente errante es limitarse a observar. Abandonar toda actividad para centrarnos lo más posible en captar lo que sucede. Intentar no ser selectivo, dejar que las percepciones fluyan sin orden ni concierto, que las ideas vaguen por la mente. Sentarte en un banco y ver pasar la vida sin juzgarla, sólo mirando, evitando querer comprender es, descansado, relajante y muy instructivo. Claro que antes o después pasaremos a cavilar. Pero cuanto más hayamos percibido más saber habremos acumulado. Además, por ahora, ni cuesta dinero ni está prohibido.

4 comentarios sobre “En estado de mente errante

  1. Buena reflexión, en este mundo hipercomunicado, donde la informacion, falsa o cierta, nos chorrea por todas partes es bueno poder parar el carro y dedicar un rato a «lo que surja». A veces puede resultar interesante.
    Como cada una de tus escritos, Javier.

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      1. A veces las ideas son como las cerezas. Una meditación sobre un tema, te lleva a reflexionar sobre otra cuestión vagamente relacionada con la primera.
        La imaginación, «la loca de la casa», que decía Sta. Teresa.

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