Unos antes otros más tarde, todos llegamos a un punto en que comenzamos a sentirnos un tanto obsoletos. Es ley de vida aunque seguro hay opiniones para todos los gustos. Por aclarar, no me refiero a considerarse poco útil, viejo o en desuso, sino más bien menos proclive a las circunstancias o modas del momento.
Los síntomas pueden ser muy variados pero generalmente inequívocos. Comenzamos a añorar formas de comportamiento, apreciamos más músicas y libros de otros tiempos, nos sentimos desconcertados, no entendemos lo que pasa y tampoco nos interesa demasiado. Buscamos ropas inexistentes o personas con quien compartir ideas, valores, creencias o gustos que nos resultan más familiares; más nuestros, más de nuestra época, de nuestro tiempo. Lo que no quita para seguir activos, ser creativos y tener ganas de vivir. Es sencillamente que aquello nos place más que esto. Nos sentimos mejor, más confortables. Y no es que lo nuevo sea peor ni todo lo pasado mejor. No se trata de eso, es que encajamos mejor en nuestra vieja chaqueta.
Ejemplos podría poner muchos, pero la casualidad ha querido que mi buen amigo Santiago Tena me haya facilitado la tarea. Gracias Santi por compartir tus pensamientos. No sólo me han venido como anillo al dedo, además los comparto plenamente. Como yo no lo podría haber expresado mejor, aquí dejo tus palabras para ilustrar eso que llamo sentirse obsoleto.
Una reflexión antigua y propia del dinosaurio que empiezo a ser:
No me gustan nada los restaurantes y locales de comida en los que la uniformidad de los camareros es de riguroso color negro, llegando a veces a ser un tío con delantal negro encima de una camiseta del mismo color. Los tatuajes a veces no están a la vista.
Comprendo que son modas, pero ¿Donde han ido esas impecables chaquetillas blancas, sobre un pantalón oscuro y, a veces, una camisa blanca con corbata de lazo? Lo sé, soy un antiguo, pero prefiero pensar que quien me atiende es un honrado profesional del gremio de hostelería y no el miembro de un grupo de Heavy Metal. También se que los colores oscuros hacen parecer más esbelta a la persona que los lleva, pero………..
Se empieza vistiendo al personal de negro y se acaba sirviendo al público una muselina de vencejo al aroma de cabrales sobre un lecho de algas del país, con reducción de Pedro Ximénez, todo ello por unos 35€ y el vino te lo recomiendan hablándote del excelente maridaje que hace con los primores en plato cuadrado que te van a embaular.
Todos los platos, incluidos los postres, se presentan con un chorretón de una salsa marrón o roja, que siempre me recuerda, en mi ignorancia, a la marca del zorro.
Eso sí, para anunciar la carta tiran de lenguaje estructurado usando ridículos diminutivos y diciendo cosas como: Hoy tengo rótulas de centollitos gaditanos, con una cremita de boletus y de segundo unas croquetitas de lechal al foie, con una salsa muy trabadita de tomatitos RAF y unas briznas de caspa de jabalí en tempura, todo ello muy natural. Y yo que creía que lo de la RAF eran los aviones ingleses, y resulta que son tomates.
Lo que yo decía, un carca, soy un carca que nunca podrá maridar un vino y que acaba pagando una cuenta elevada traída, en una cajita ¿por pudor?, por un ser superior vestido de luto riguroso que me mira con desprecio, tras haber comprobado, lo que para él es, una enorme ignorancia gastronómica. En el fondo no le falta razón, soy muy primario en mis gustos.

Totalmente cierto. Experimento esas sensaciones…pero cuando las comparto con personas mucho más jóvenes me gratifica enormemente saber que opinan lo mismo.
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Totalmente cierto. Experimento esas sensaciones…pero cuando las comparto con personas mucho más jóvenes me gratifica enormemente saber que opinan lo mismo.
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Eso es síntoma de que somos jóvenes.
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