Tal vez no hablo tu idioma pero puedo sonreír

Siempre pensé que nacemos con muchas potencialidades que vamos desarrollando o perdiendo a lo largo de la vida. Con los años he comprobado que estaba en lo cierto. Basta mirarnos un poco al espejo o a nuestro alrededor para encontrarnos con múltiples ejemplos.

Estos días, sin razón alguna, en mis paseos me he fijado en una de estas potencialidades en particular, la sonrisa; una facultad innata en el ser humano que dice mucho de nosotros. El resultado ha sido un tanto decepcionante. Al observar la expresión de la cara de las personas con las que me he cruzado he podido comprobar que, la mayoría, tenían aspecto serio cuando no preocupado, descontento e incluso arisco. Los sonrientes eran la excepción. Por ello hoy quiero reivindicar la sana costumbre de sonreír que tanto contribuye a una buena convivencia.

Claro está que me refiero  a las sonrisas  sinceras que expresan felicidad, alegría o satisfacción, pues los otros tipos como las falsas, maliciosas o despectivas, no sólo no  entran en mi reflexión sino que además, por miserables y mezquinas, deberían ser expulsadas de la muy noble familia de las sonrisas. A la par es importante subrayar que mi reivindicación no sólo busca animar a los que han dejado de sonreír o a los poco asiduos. También pretendo romper una lanza a favor de quienes no tienen reparo en expresar abiertamente su felicidad aún a riesgo de ser tachados de bobos o simples. Pues en una sociedad mucho más reprimida de lo que aparenta, una sonrisa genuina, sin malicia alguna, es muchas veces tildada de estupidez cuando no percibida como algo inadecuado incluso sospechoso y hasta peligroso.  

Hechas las aclaraciones y retomando mi reflexión sobre potencialidades perdidas, me viene a la memoria algo que escuché hace tiempo: a partir de una edad cada uno es responsable de su cara. Cierto es que como toda regla esta máxima tiene sus excepciones, pero en el caso que nos ocupa se cumple fielmente. Nacemos con la facultad de sonreír, algunos la cultivan otros la van abandonando y algunos llegan a anularla. No sé si el dato es correcto pero leí que mientras que en la infancia se sonríe de media más de 350 veces al día sólo un 30% de los adultos lo hacen cotidianamente y no más de 20 veces cada jornada. Estadísticas aparte  basta con darse una vuelta por un parque para comprobar que las sonrisas declinan con la edad.

Alguien dirá que es lógico. Que los niños no tienen problemas, responsabilidades, inhibiciones. Bueno de eso también habría mucho que hablar pero, aun aceptando las razones, más bien excusas, no es menos cierto que a los  adultos se les supone la voluntad para intentar ser felices y la libertad para expresarlo. Máxime si tenemos en cuenta que está archicomprobado que la sonrisa goza de todo tipo de bondades, físicas, mentales, espirituales y sociales. Y además es gratuita. No se puede pedir más.

Sonreír no sólo le alegra a uno, aporta vitalidad y genera un buen clima con los que te rodean dando sensación de confianza y cercanía. De hecho la sonrisa es contagiosa. Si haces la prueba verás que cuando sonríes, no todos los desconocidos, pero si muchos, te devuelven la sonrisa.  Sin quererlo estableces un vínculo positivo pues tu sonrisa, fruto de sentirte bien, provoca sonrisas que hacen a los demás sentirse mejor. En fin que sonreír hace más fácil y llevadera la vida de uno mismo y de los que te rodean.  Por eso el mejor regalo que podemos  hacer en una sociedad tan crispada y dolorida es transmitir esperanza con una sonrisa auténtica y sincera. La Madre Teresa de Calcuta lo expresaba mucho mejor: «Tal vez no hablo tu idioma pero puedo sonreír»

8 comentarios sobre “Tal vez no hablo tu idioma pero puedo sonreír

  1. Muy buena entrada. A ver si los lectores se lo aplican y hacen de factor multiplicador, que el país, y en especial Madrid, está lleno de caras serias, y un risueño es observado como bicho raro fuera de su hábitat.

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  2. Gracias Javier por compartir esta reflexión, desde mi punto de vista más importante para la sociedad que todas las noticias, artículos, sesudas reflexiones de tertulianos y analistos que publican en los medios.
    La sonrisa es el mejor maquillaje relación calidad/precio conocido, alegra a los que te aprecian y además ejerce un efecto torturador sobre el envidioso y el mediocre por el mismo precio….
    Quiero que sepas que he leído el post con… una sonrisa ;-), Abrazo!

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  3. Alguna vez he pensado: Me gusta ir por la calle y caminar con el sol bajo a mi espalda, bien sea muy de mañana o al atardecer. Eso tiene la ventaja de que suelo caminar tras una sombra, la mía, que me hace creer que soy más alto; y si a las personas que se cruzan conmigo les da el sol en los ojos, parece que me sonríen. Y eso me gusta.
    Cosas de viejo que uno va teniendo.

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  4. Me han gustado mucho tus disquisiciones. Además de todo eso, dicen que la sonrisa y el buen talante y energía que hay detrás, fortalece el sistema inmunitario . Qué más se puede pedir? Salud, alegrar el día a los demás, y felicidad propia, en un solo gesto. Me pondré cómo propósito está semana , en tu honor, sonreírme por la mañana en el espejo. Eso carga las pilas para un buen rato. ,, Sobre todo si esquivas a los aguafiestas de turno, que de todo hay en la viña del Señor.

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