Ancianos: faros de vida

Hoy me he topado conmigo mismo. Me explico. Viendo a una anciana intentando subir un escalón sentí ¡qué difícil es hacerse viejo!  De pronto fue como mirarme en un espejo, me vi reflejado en aquella mujer: de llegar a su edad, así seré yo, pensé.

Cierto es que nadie nos enseña cómo hacernos viejos, pero no menos verdad  es que la vida ofrece muchas claves para aprender a envejecer. La primera es que para cada etapa nos da una edad. Por ello  la vida está para ser vivida paso a paso, cada cosa a su tiempo. Desde el instante de nuestra concepción se pone en marcha el reloj de una carrera que no sabemos ni cómo será ni cuánto durará. Lo que no hay duda es que es nuestra carrera, de nadie más y nadie tiene derecho ni a interrumpirla ni a correrla por nosotros. Ahí vamos y de cómo gestionemos nuestros tiempos, dependerá mucho nuestra felicidad y cómo afrontemos la vejez.

Hay etapas en las que no somos conscientes de ello, otras en las que nos aferramos a la edad de la inocencia y de pronto queremos ser mayores. Sin darnos cuenta el deseo se ha convertido en realidad y cumplir años ya no hace tanta gracia. Entonces se puede caer en la tentación de querer parar el tiempo para ser eternamente jóvenes. Craso error muy en boga. Además de correr el riesgo de hacer el ridículo queriendo aparentar lo que no se es, lo más grave es que se desperdician años vitales para madurar. Saber cuándo ha llegado este momento en el que todo lo vivido fructifica, en el que podemos  echar la vista atrás, reflexionar y tomar impulso,  es un arte personal e intransferible. Acertar no es cuestión de suerte, aunque para qué negarlo la fortuna y la salud son importantes. Pero lo realmente decisivo es cómo hayamos aprovechado  las etapas anteriores y en qué medida estemos dispuestos a asumir nuestros éxitos y fracasos sin convertirlos en pesadas cargas.

Llegados a este punto la vida nos ofrece otras pistas, otros referentes para orientar nuestro futuro y entre todas destacan, como faros, los ancianos. Si se ha tenido la fortuna de convivir con ellos ya habrán contribuido a nuestra madurez. En caso contrario, es el momento de apreciar la senectud y aprender de ella tomando nota de ejemplos buenos y malos. Pues no nos engañemos, hay ancianos para todos los gustos.  

Y cuando digo aprender no me refiero tanto a los conocimientos y experiencias  que puedan atesorar,  cuyo aprecio va de suyo, sino al valor que tiene su mera existencia. Un valor, el del testimonio de la vejez, que, si bien hoy en día no cotiza muy al alza, renta tanto más cuanta mayor atención le prestamos.  Si nos detenemos un poco a observar y conocer a personas de edad avanzada, sea cual sea su condición, encontraremos señales claras, diáfanas, de hacia dónde caminamos, cómo no queremos ser y a quienes nos queremos parecer. Como decía, los ancianos son faros que la vida pone en nuestro camino tanto más luminosos cuanto más vulnerables son. Cuidarlos y protegerlos es un acto de inteligencia, de dignidad y de respeto para con nosotros mismos. Una sociedad civilizada no se mide por sus logros materiales sino por cómo trata a sus seres más indefensos; su fuente más rica de humanidad.

4 comentarios sobre “Ancianos: faros de vida

  1. Me ha gustado mucho tu reflexión. ¡Qué vértigo da cumplir años a determinada edad! Y no es por aferrarme a una edad que no tengo, pero estoy convencida de que maduramos de distinta manera que lo hicieron nuestros padrws y abuelos. No sé si por la información , la cultura, las ocupaciones que desarrollamos en nuestra vida, o sencillamente mi percepción cambia a medida que cumplo años; pero para mí hay dos descubrimientos: el primero: que los cincuenta son los nuevos cuarente ( y estoy por afirmar que los sesenta -cuando me toquen- los sentiré como los nuevos cincuenta). Y la segunda el mundo está lleeeeeno de jovenes 😀. He perdido la capacidad de calcular la edad de la gente. Para mí solo hay tres edades (los de la mía, los más jóvenes y los más mayores que yo🤷🏼‍♀️ Y muuuchos son de estos últimos..Menos mal que todavía somos muy jóvenes Buen domingo.

    Me gusta

    1. Cuanta razón tienes Belén. A medida que la vida media se alarga supongo que nuestros tempos también se adaptan y nuestras sensaciones tampoco pueden ser las mismas de antaño a la misma edad. Sin duda es un buen tema para la reflexión. Gracias y fuerte abrazo.

      Me gusta

Deja un comentario