Cuánta sabiduría la del salmista al proclamar en las bienaventuranzas «y veas a los hijos de tus hijos». Porque ser abuelo es una inmensa alegría. Una extraordinaria recompensa por los desvelos de la paternidad. Un hermoso regalo, pues los nietos no son una decisión personal ni un premio, tampoco un derecho ni algo merecido, son sencillamente una bendición.
Desde que recibes la noticia todo cambia, pasas a ser abuelo. Y no es que a los nietos les quieras más que a los hijos, ni menos, les quieres distinto porque no siendo lo mismo además les sientes de manera diferente. Precisamente parte de la grandeza del regalo es que descubres nuevas formas de cariño, de ser y de sentir que te agrandan o mejor dicho te esponjan. Sí, llegas a creerte como más importante, más hecho pero a la par más vulnerable. Curiosamente los nietos aportan nueva vitalidad, son fuente de energía, disipan penas, preocupaciones y achaques pero su afecto, lejos de reafirmar tus fortalezas, te hace más sensible. No es que te ablandes como persona, aunque también hay algo de eso, es más bien que los seres humanos ante la mirada de un nieto se transforman, se convierten en abuelos.
Los nietos no te hacen madurar como los hijos, más bien te emboban. Hay quien dice que te rejuvenecen porque vuelves a hacer cosas que ya hiciste. Yo no lo creo. Cierto que te reencuentras con la infancia pero la distancia cambia la perspectiva. El vínculo con los hijos es más estrecho, su llegada supuso un profundo cambio vital, un gran compromiso. Los nietos llegan cuando la vida ya la tienes sino hecha muy orientada y es desde esta distancia, más libre de responsabilidad, que disfrutas de su infancia. Por eso ser abuelo es una gozada. Te puedes permitir el lujo de volver a ser un poco niño, de divertirte holgadamente sin reparos, porque otro sentimiento que diluyen los nietos es la vergüenza. A un abuelo con un nieto de la mano nada se le pone delante. No digamos a una abuela.
Ser abuelo también aporta y exige otras virtudes. Si la empatía con los nietos induce a la comprensión y a la paciencia, ejercer de abuelo demanda no poca mesura y discreción. Pues aunque los abuelos juegan un papel fundamental como referente, nexo con el pasado familiar, transmisor de valores, saberes y experiencias incluso mediador, no deja de ser un apoyo, un complemento. Pues un abuelo nunca suplantará a los padres ni debe procurarlo. Precisamente esa es la gracia de ser abuelo, no tener que ejercer de padre, conservando la grandeza de saber estar ahí en todo momento, en el lugar que le corresponde, sintiéndose por ello inmensamente afortunado. ! Qué grande es ser abuelo! Mil gracias a los nietos y a sus padres.

Muy bonito, es verdad….
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Muchas gracias Miguel por tu opinión experta.
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Reflexión sabia y sentida…mi mejor premio el abrazo y besos de mis nietas.
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Que bonita Javier.
Eres generoso al escribir tus emociones y reflexiones además de compartirlas con nosotros.
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Gracias. Me acabas de recordar que tenia pendiente comentar algo sobre compartir. Abzo.
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Bravo Javier!! me ha gustado mucho y lo comparto con mis mayores que ahora están desarrollando con mucho arte el rol de abuelos, un abrazo, Carlos Carmona
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Carlos me alegro que compartas algo que te gusta, ese es el objeto del blog. Abrazo
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Muy bonita reflexión. Yo no soy abuela pero sí fuí nieta (y lo sego siendo aunque mis abuelos estén en otro lugar 🙂 ). Y como nieta te digo, que el papel de los abuelos en ese segundo plano , también marca vidas, y modula el caracter, y pone la smeilla de muchas ilusiones que a veces prosperan pasados los años. Qué bonito que además , mientras haces toda esa labor tan importante , además disfrutes… 🙂
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Gran fortuna tus abuelos y seguro que mucho mérito de su parte. Espero que mis nietos puedan decir lo mismo de mi. Saludos
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