Todos al bastión

Autocrítica jamás. Quienes llevan décadas ejerciendo el poder en la UE no se sienten responsables del descontento de millones de europeos disidentes. Sólo saben tacharles de extremistas y pensar en resistir.

Ante el resultado de las elecciones europeas y el avance de las fuerzas opositoras al bloque popular – socialista – liberal  que domina el Parlamento de la UE desde su creación, todo lo que se les ocurre a los “vencedores” es suspirar aliviados y atrincherarse. Tras declarar la victoria del PPE, único grupo de la coalición que no ha sido arrollado, su lideresa, Ursula Von der Leyen, en un alarde de triunfalismo asediado proclamó: «A partir de mañana empezaré a construir una amplia coalición por una Europa fuerte. Y junto con otros construiremos el bastión contra los extremos de la derecha y de la izquierda».

No sé si la referencia a bastiones fue una traición del subconsciente de una baronesa consorte con una visión feudal de la política. De lo que no hay duda es de su miedo a una auténtica oposición pues, siendo los castillos medievales símbolos de poder y control, también fueron estructuras defensivas. Su toque a rebato para construir un bastión prueba que, tras su sonrisa, latía temor.  ¿A qué sino recurrir a expresiones tan beligerantes?

¿Será que la presidenta de la Comisión ya no se siente segura tras el muro que con tanto entusiasmo lleva años levantando su coalición para proteger su castillo progresista? Así debe ser porque ahora parece urgente edificar un bastión. Sí un baluarte, un reducto fortificado en la muralla que sirva de punto fuerte de la defensa contra tanto europeo ultra y reaccionario que sorpresivamente ha surgido de la nada. Hordas de gentes antidemocráticas e ingratas que no saben apreciar el paraíso eco – woke que se les ofrece al módico precio de dejar que, desde la torre de marfil bruselense, sean gobernadas sus vidas y haciendas y dictadas sus conductas y pensamientos.  

Vista la reacción, lo que resulta palmario es que a doña Ursula no le interesan mucho  las causas que han llevado a decenas de millones de ciudadanos a oponerse a las bondades de una coalición tan buena para Europa. Ante la avalancha de detractores, su respuesta es ¡más fuerza!, o, dicho en plata, si no quieres caldo, dos tazas.

Que la desafección reinante lleve a la abstención a un 49% de los votantes no parece inquietar a quienes dicen apostar por una “Europa fuerte”. Como tampoco el envejecimiento de la población, las dificultades de las clases medias o el hartazgo de la ideología de género. Además no se reconocen como responsables. Las crisis migratorias, el creciente deterioro de los servicios públicos, los gritos de auxilio del campo, la losa burocrática, la islamización, o los severos peajes del ecologismo radical y la globalización, entre otros efectos de sus políticas, son culpa de la extrema derecha. Y no incluyo a la extrema izquierda entre los enemigos a frenar, como hace doña Ursula disimulando, porque sus ideas llevan décadas siendo asumidas por ella y sus cofrades como muestra el derribo sistemático de los valores y creencias que antaño definían la identidad europea.

Carentes de un auténtico proyecto genuinamente europeo que dé respuesta a los problemas reales de las personas, los mediocres líderes de la coalición del bastión sólo han sabido optar en su lugar por abanderar la tóxica Agenda 2030. Y toda realidad negativa que no encaje en esta o bien es enmascarada en un vago y sentimentaloide discurso posmoderno, o se inventa otra realidad que cuadre con tan siniestra agenda y su esquizofrénico discurso, o, si el daño es tan obvio que no cabe camuflarlo, se achaca a los extremistas.

Eso sí, estos maestros del populismo, el engaño y la posverdad exigen que, para demostrar pedigrí democrático, debemos suspender nuestra capacidad de juicio, confiar ciegamente en ellos y creer que nuestra realidad no es como la vemos y sentimos sino como ellos, desde su baluarte, nos la van contando.

Menos mal que dicen ser el “ancla de la estabilidad”. Ellos, los confabulados en el poder más de cuarenta años, acaban de enterarse del grado de división, cabreo y enfrentamiento que sus políticas han provocado en Europa. Pero la culpa no es suya, la tiene lo que doña Ursula llama la extrema derecha en la que, por cierto, su amigo Sánchez ya incluye al PP, partido que se supone estará en el bastión junto a los socialistas. Todo un prodigio de coherencia.

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