Uno de los métodos más eficaces para ejercer la demagogia, el populismo y pastorear a las gentes es simplificar lo complejo; recurso en auge con notable éxito y efectos perniciosos.
Si bien lo paradójico es susceptible de aflorar en cualquier ámbito, el de la política es un campo particularmente abonado para ello. Por ejemplo, en tiempos en los que los políticos no dejan de hablar de diversidad, sinónimo de diferencia y complejidad, a quienes difieren de la opinión dominante se les censura mientras toda argumentación compleja es sepultada bajo un manto de simplicidades presentadas como verdades.
Con esta estrategia de comunicación política, además de alimentar la inclinación del personal a no discernir, se le ofrece, tirando de términos o frases limitadas, acceder a cuestiones complejas y opinar sobre ellas con un mínimo esfuerzo de comprensión. Que dicha simplificación diluya los aspectos esenciales de las cuestiones de que se trate, aquellos cuyo conocimiento permite conocerlos y enjuiciarlos mejor, es lo de menos. Como tampoco importa caer en la banalización, lo relevante es imponer un discurso con efectos inmediatos o, lo que ahora se denomina, un relato.
Sin duda no es una fórmula novedosa; demagogos que ofrecen respuestas simples a problemas complejos siempre los ha habido. Lo que sí es nuevo es su capacidad para hacer daño debido al efecto potenciador que tienen las redes sociales. De una parte, dado el alcance de estos medios y su inmediatez, aspectos muy valorados en política, la atracción que causan en los políticos y partidos ha llevado a un auge extraordinario de su uso y abuso. De otra, como quiera que el medio condiciona el mensaje, y estos medios lo limitan mucho, la inclinación a la simplificación se ve reforzada. Todo ello sin olvidar que estos medios han permitido a otros muchos actores sociales difundir sin mayor dificultad todo tipo de ideas y opiniones escasamente articuladas.
Habrá quien opine que el reduccionismo y la simplificación además de no ser siempre tan negativos pueden resultar imprescindibles. Cierto, es el caso del método científico porque si no los análisis resultan inabordables. Pero todo investigador riguroso siempre tiene en cuenta la limitación del ámbito de estudio y es consciente de que obvia una parte de las complejidades. Con ello se evita caer en el error de tomar los modelos como sustitutos de la realidad sabiendo que sus imperfecciones requieren una mejora continua, ajustes, e incluso cambios completos de enfoque y planteamiento.
En esta línea, también hay personas biempensantes convencidas de que estas tácticas simplificadoras no son tan relevantes porque, a la postre, tienen poco recorrido. Hablando de ello alguien recordaba el aserto atribuido a Abraham Lincoln: “Puedes engañar a todo el mundo algún tiempo. Puedes engañar a algunos todo el tiempo. Pero no puedes engañar a todo el mundo todo el tiempo.” No entraré en controversias, aunque la sentencia da para ello, pero ¿qué ocurre a corto y medio plazo? Basta mirar a nuestro entorno para comprobar las nefastas consecuencias.
Cuando a las sociedades se les lleva por el camino del mínimo esfuerzo para informarse, conocer, discernir y debatir, se les coloca en posición de ser vulnerables a toda simplificación maliciosa y dolosamente difundida. Ello explica que tantos en el mundo hayan creído y crean en tantas consignas simplistas aireadas como mágico banderín de enganche. Consignas que, por otra parte, perduran en tanto convenga a sus promotores cayendo luego en el olvido o incluso siendo sustituidas por otras contrarias.
Estar alerta ante la simplificación no supone que todo el mundo sea perito en la materia en cuestión, ni pretende erradicar la existencia de individuos con mentalidad de rebaño dispuestos a seguir ciegamente a sus líderes hasta el precipicio. Sí conlleva recordar en todo momento que las cosas suelen ser más complejas, con más aristas y matices, de cómo nos las venden en píldoras simplificadas. Combatir la tentadora simplificación que acostumbra a manipular emociones y sentimientos como el altruismo y la compasión, cuando no a alimentar los más bajos instintos, es hacer frente a quienes siembran incultura y confusión; a esas élites que, presas de sus ambiciones personales, no dudan en hacer de la política instrumento de confrontación.
Ejemplo palmario muy de actualidad es el que vienen ofreciendo palestinos y judíos. Las barbaridades cometidas por ambos bandos y las respuestas de la comunidad internacional tienen mucho que ver con la sucesión de simplificaciones interesadas de un complejo conflicto. No haber sido capaces de hallar en tanto tiempo una solución que les permita convivir en paz no se debe tanto a la inexistencia de fórmulas posibles para lograrlo, pues la creatividad humana es rica si hay buena fe. Ha influido mucho el empecinamiento de ambos pueblos en aferrarse a reduccionismos simplistas cuyo poder de atracción irresistible suele causar muchas víctimas.

Interesante, estoy muy de acuerdo!
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Muchas gracias Iñigo. Abrazo
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