De festejos comillanos

Aprovechar fiestas populares para sacar rédito político-mercantil promoviendo conductas que el resto del año son reprobadas, reprimidas y sancionadas es, además de  hipocresía, vulgar corrupción.

Aunque la denuncia de costumbre tan envilecida cabría aplicarla a muchos municipios, el caso que me ocupa afecta a la insigne Villa de Comillas. Conocida como Villa de los Arzobispos, esta hermosa localidad a orillas del Cantábrico y enmarcada por los Picos de Europa, ha sido bendecida por la naturaleza y la mano del hombre convirtiéndose en ilustre refugio veraniego hoy transmutado en afamado destino turístico.

Entre las herencias recibidas figuran sus fiestas patronales del Santo Cristo del Amparo. Como villa marinera que es, cada año, coincidiendo con la festividad de la Virgen del Carmen, celebra la intervención milagrosa que, según secular tradición, realizó Cristo en su costa salvando a unos pescadores naufragados. En su honor procesionan al Cristo del Amparo, cantan su himno, celebran una misa solemne y la danza de los picayos. 

Con el paso del tiempo a las celebraciones religiosas se le fueron sumando pasacalles, concursos, verbenas, juegos y otras actividades para deleite de locales y foráneos. No obstante, desde hace ya algunas décadas, irrumpió una novedosa y degradante fórmula lúdico-festiva que, anulando todo resquicio de silencio nocturno con ritmos musicales acelerados, contundentemente machacones y atronadores, promueve elevados consumos de alcohol y no pocas drogas. La huella que deja es un rastro de jóvenes intoxicados, vecinos cabreados por un insomnio obligado y un vertedero de desechos corporales y basuras.

Tamaño “desmadre musical” no surgió de la nada ni arraigó por casualidad. Enraizado en movimientos contraculturales de los 80 con expresiones de desenfreno y experimentación, como la fatídica “Ruta del Bakalao”, fue tolerado, en versiones algo menos agresivas, por quienes buscaban aparentar talante de progresismo y modernidad. Esos que harían igual con otras formas transgresoras degradantes, véanse pintadas o quedadas de botellones, justificando su permisividad por tratarse de expresiones de una rebeldía juvenil cargada de vanguardismo y libertad. Los mismos que, seguidamente, viendo en ello un negocio político-mercantil, lo institucionalizarían convirtiéndose en sus promotores.

Cierto es que tamaño “desmadre musical” funciona atrayendo mucha juventud y dinero. Tanto como que, ni quienes lo pagan con sus desvelos y sufragan la seguridad y la limpieza ni los jóvenes que acaban en lamentable estado, nada importan. Peor aún es el pésimo ejemplo de unas autoridades promotoras de eventos en los que se hace y consume aquello que el resto del año censuran con discursos altisonantes y sostenibles; ¿dónde quedan sus campañas de concienciación, leyes, ordenanzas, prohibiciones y sanciones? Todo es pura hipócrita ideología codiciosa amparada en excepciones legales oportunamente justificadas en razones de un falaz interés general.

Para muestra de aprovechamiento político-ideológico de una tradición basta leer el “Saluda de la Alcaldesa” que abre el programa de fiestas de este año. Sin venir a cuento, no faltan las alusiones a jerarcas internacionales alentadores de xenofobia y violencia, a las mentiras difundidas por las redes sociales y a los ataques a la democracia. Todo ello edulcorado con deseos de paz y concordia, apostando por un Comillas sostenible en el que los visitantes, asiduos y pasajeros, encuentren un lugar de acogimiento y descanso.

¿Se puede ser más incoherente? cuando se está presentando un programa en el que se anuncia que durante tres días consecutivos tendrán lugar una macro discoteca y dos macro espectáculos musicales nocturnos. La macro discoteca no la sufrí por estar ausente, pero sí los dos macro espectáculos en la campa del Palacio de Sobrelleno y de qué manera; comenzaron a las 12 de la noche y finalizaron a las 5 de la madrugada, sin contar sus secuelas. La sostenibilidad, paz y descanso, espantados, habían hecho mutis por el foro.

Quizás la alcaldesa tenga la misma extraña idea de estos conceptos que la de su concejal de festejos de las personas con discapacidades.  Sin ruborizarse anunció que, en la mencionada campa, funcionarían todos los días (10) las atracciones infantiles  entre las 17.00 y las 2.30 horas, con una hora sin música para personas con necesidades especiales. Desconozco qué hacen los infantes en atracciones a las 2 de la madrugada, y si en este alarde de talante “inclusivo” cabían ancianos, niños, enfermos o simplemente gentes que gustan de dormir. Tampoco si el edil estima que a aquellos con necesidades especiales sólo les alteran las músicas de atracciones mientras que la gozan toda la noche con los decibelios de las macro discotecas y espectáculos.

Haber convertido una parte sustancial del atractivo para jóvenes de las hoy denominadas Fiestas del Cristo, promoviendo lo que en español se dice “armar el Cristo”, es, amén de lamentable, muestra de la hipocresía progre – materialista que reina desde hace décadas y de la vulgar corrupción política y social de la que tantos oportunistas se benefician.

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