La brújula de León XIV

Ante tantas visiones interesadas sobre que debe ser la Iglesia y el papado y hacia donde deben orientarse, León XIV ha señalado con meridiana claridad el camino a seguir.

En estos días de funerales y conclaves ha alcanzado su clímax una visión de lo que no es la Iglesia. Conjugando ignorancia, descreimiento y laicismo militante, muchos medios han servido a la causa de quienes buscan desnaturalizar y acabar con la Iglesia Católica. No habiendo triunfado hasta ahora los ataques perpetrados históricamente, el mal, enmascarado en ideologías e intereses mundanos, no ceja en su empeño más torcido y letal; extirparle su alma a la Iglesia.

Con ese afán modernista de extrapolar la política a todos los ámbitos de la vida, estas semanas nos han saturado con todo tipo de lecturas secularizadas sobre el papado y la Iglesia. Particularmente, desde posiciones que atacan y desacreditan a diario la fe cristiana y aspiran a erradicarla, han sermoneado sobre cuál debe ser la acción de una Iglesia en la que, un Dios ausente, queda sustituido por un naturalismo populista a la medida de sus intereses.

Buen ejemplo es el manipulado relato difundido urbi et orbi de una Iglesia social afín a pobres y marginados. Aprovechando torpezas y deslealtades eclesiales, así como ingenuidad e ignorancia de muchos creyentes, los más devotos enemigos de la Iglesia primero han instrumentado el pontificado del Papa Francisco haciendo de él un carismático líder político social progresista para, seguidamente, convertir dicha figura en modelo obligado del nuevo papa.  

En este contexto es elegido León XIV. Dejando a otros especular sobre lo que pueden significar antecedentes y símbolos recuperados, para atisbar cual puede ser la orientación del pontificado de León XIV tenemos sus primeros mensajes en los que ha evidenciado ser plenamente consciente de los peligros que acechan a la Iglesia por parte de quienes buscan dividirla y secularizarla.

Desde el minuto uno León XIV ha querido recordar a todos que la Iglesia Católica es Cristocéntrica. Estas fueron sus primeras palabras de saludo: La paz y la justicia, la caridad, la fidelidad al Evangelio, la unidad de la Iglesia, ¡La paz sea con todos vosotros! Este es el primer saludo de Cristo Resucitado, el buen pastor que dio la vida por el rebaño de Dios. Esta es la paz de Cristo Resucitado, una paz desarmada y una paz desarmarte, humilde y perseverante, que proviene de Dios, de Dios que nos ama a todos incondicionalmente.

No lo ha podido expresar más claramente. La caridad, la justicia y la paz que proclama la Iglesia no son atributos propios de sus “líderes” por bondadosos que sean ni alta su magistratura. Esa es la imagen social populista que han pretendido imponer y a la que León XIV ha hecho frente. Esas virtudes son y provienen de Dios. Por ello, cuando a Dios se le saca de la ecuación y Cristo es percibido como un profeta antisistema, el autosuficiente limitado ser humano sólo es capaz de mutar la caridad en filantropía, impartir una justicia imperfecta  e imposibilitar la paz.

Por ello, León XIV ha querido confrontar las visiones erróneas devolviendo el foco al lugar que le corresponde. Siendo la función social de la Iglesia, tan antigua como ella misma e instrumento de evangelización, merecedora de atención, el foco ha de ponerse en Dios; fuente y fin de la Iglesia y de toda su acción. De ahí que, en su homilía, amén de insistir en lo esencial, lo por muchos obviado, que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios vivo, es decir, el único Salvador… dedica parte sustancial de la misma a analizar tres tipos de respuestas que hoy se dan a la pregunta que hizo Jesús a sus discípulos: «¿Qué dice la gente —pregunta Jesús—sobre el Hijo del hombre? Quién dicen que es?» (Mt 16,13).

Por falta de espacio remito a la lectura de la homilía para conocer como describe León XIV las  respuestas a la pregunta y su percepción del mundo. Cuestiones de tanto interés como la conclusión a la que llega este papa misionero muy reveladora del tipo de “periferias” que le preocupan. Hablando de los contextos en los que la fe se desacredita como algo de seres débiles, poco inteligentes y se opta por otras seguridades como el dinero, la tecnología, el éxito, el poder o el placer, León XIV identifica estos ambientes como los lugares en los que la misión es más urgente.

Por último, para reiterar la centralidad de Cristo en la Iglesia, el papa concluyó su homilía con dos ideas trascendentales: Primero que  es esencial repetir: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo» (Mt 16,16) y segundo que el compromiso irrenunciable para cualquiera que en la Iglesia ejercite un ministerio de autoridad es desaparecer para que permanezca Cristo, hacerse pequeño para que Él sea conocido y glorificado (Jn 3,30).

Sólo me resta desearle a León XIV por el bien de la Iglesia y del mundo que Dios le otorgue la gracia y la Virgen María su intercesión, para que, como buen pastor, nos guíe con la brújula que nos ha mostrado al inicio de su pontificado.

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