La precaria y cínica Europa (UE)

Cualquiera es libre de criticar a Trump y su “plan de paz para Ucrania”, pero hacerlo reinventando la historia y sin proponer alternativas apoyadas con medios, sólo es muestra de descrédito y debilidad.

La manipulación del lenguaje, propia de la posverdad imperante en la UE, tiene límites. Sirve para distorsionar la realidad subordinándola a ideologías y voluntades coyunturales, pero cuando los hechos se manifiestan tozudos las consecuencias son poco gratas.

Antes se enseñaba que Europa ​era la península más occidental de Eurasia extendiéndose al este desde el Atlántico hasta los montes Urales. Un continente que hoy cuenta con unos 50 países incluyendo Rusia, cuya parte occidental aporta el 40% de su territorio. Sin embargo, hoy, fruto de una prolongada e intensa mistificación del lenguaje, son mayoría los que han asumido la reducción del concepto de Europa a los 27 estados de la UE, incluyendo la idea de que la condición de europeo se adquiere perteneciendo a esta.

Claro está que, aceptando tamaña patraña, excluyendo de esa “neo Europa” a 23 países, el 60% del territorio europeo y al 40% de sus habitantes, es inevitable perder la perspectiva. Así, sólo desde esa visión desenfocada, que provoca una percepción egocéntrica y arbitraria de la historia y la realidad, cabe explicar las ideas que han proliferado estos días para criticar el plan de paz de Trump.

Que si ha creado un inaceptable precedente de nuevo orden bilateral con un sátrapa como Putin. Que si marca un peligroso precedente excluyendo a la víctima, Ucrania, y a los europeos (de la UE se entiende). Que si humilla al invadido y blanquea al invasor o, que si va a acabar con el mayor periodo de paz vivido en Europa desde la Segunda Guerra Mundial.

Vale criticar con firmeza a Trump y sus toscas maneras, que ya de por sí dan para mucho, pero hacerlo falseando a capricho la historia, sólo es muestra de debilidad. ¿Qué es eso de que Trump ha inventado la bilateralidad excluyente pactada con un dictador? Y esa larga “paz europea”; ¿acaso nació de un diálogo multilateral?, ¿acaso ha existido?

Se ignora, o peor se obvia, que, ese añorando orden mundial fue impuesto en 1945, con los británicos de adláteres, por los pactos suscritos entre dos admirados presidentes demócratas, Roosevelt y Truman, con un genocida, Stalin, sin consultar a nadie. Que no sólo excluyeron de la negociación a los países invadidos, blanquearon todas las atrocidades de Stalin y le cedieron todos los países conquistados por la Unión Soviética abandonándoles a su suerte.  

Y así llegó la supuesta paz, pero únicamente para unos cuantos. El resto de naciones europeas quedarían sometidas bajo la bota comunista soviética durante décadas. Sus millones de muertos, deportados y aterrorizados, son infamemente descartados por quienes hablan, sin pudor alguno, del mayor periodo de paz europeo. Como también obvian los terribles enfrentamientos habidos en Europa durante ese dorado tiempo de paz.

Desde los gritos desoídos de auxilio lanzados a finales de los cincuenta por húngaros, polacos y checoeslovacos al intentar liberarse del yugo comunista, pasando por los diez años de guerras balcánicas en los noventa, hasta la anexión manu militari de Crimea por Rusia en 2014 y su reciente invasión de Ucrania, evidencian que no ha existido paz en el en el viejo continente. Cosa distinta es que, los comunitarios que se apropiaron de la identidad europea, hayan prosperado pacíficamente al amparo del escudo yanqui y que a eso lo denominen cínicamente “paz europea”.

Diluyendo sus principios seculares, minados culturalmente por el marxismo y el wokismo, atrincherados en el materialismo económico y de bienestar, los europeos – UE han vivido en un confortable letargo de aparente paz. Acusan ahora de traición a Trump. Será que les ha sacado de su ensoñación, de esa sensación de superioridad y progreso que se han podido permitir gracias a que durante décadas se han ahorrado gran parte del coste de su defensa dejando que el grueso de la factura corriese a cargo de EE. UU.

Anestesiados por ese neolenguaje de la posverdad que otorga más importancia a la apariencia de verdad que a la verdad misma, la constatación de su precariedad les ha pillado por sorpresa. Creían poder mantener tan conveniente estatu quo encerrados en su bastión, pero, con sus abruptas maneras, Trump les ha obligado a despertar y su única respuesta ha sido lamentarse y despotricar.

La UE no está obligada a aceptar la paz de Trump. Basta que sus miembros planteen una alternativa y la respalden con convicción y medios. Pero, para quien ha vivido cómodamente en precario, tener que asumir el coste real de su defensa resulta muy difícil. Hay demasiados intereses en juego como ha demostrado la contradictoria actitud de la UE respecto de la Rusia de Putin. Ahora, la posverdad de poco vale. Se trata de hablar de dinero, de mucho dinero, de la viabilidad del estado de bienestar, y eso son palabras mayores por muy queridos que sean los ucranianos. Veremos qué da de sí la precaria y cínica Europa (UE).

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