Recibe golpes a diario, lleva siglos así y no hace sino expandirse. La capacidad de encaje de la lengua española es proverbial. Hoy le llamarían resiliencia, pero los golpes dejan mella especialmente en quienes la maltratan. Porque el uso que hacemos de nuestra lengua nos retrata.
Tomo prestado como titular el nombre de la campaña promovida por la Real Academia Española para combatir el abuso de anglicismos que ha invadido todos los sectores. El vídeo, tirando de sarcasmo, pone en evidencia a tanto tonto light y eco friendly, tan smart e inclusive que, abducido por lo trendy el target, el planning y el branding, necesita urgentemente un briefing para hacerse un total repair y dejar de hacer el ridículo. Porque lo peor es que muchos de los adictos a esta moda no hacen sino pregonar su papanatismo e ignorancia al no entender ni lo que dicen. Vean el vídeo de la RAE, se lo recomiendo.
En realidad la contaminación de la lengua por extranjerismos innecesarios, dejando aparte tecnicismos y neologismos perfectamente aceptables, no es algo nuevo. Hace tres siglos, cuando nació la RAE, los invasores eran los galicismos. Tampoco es la principal amenaza. Hoy en día los peores ataques no vienen del pueblo. Son aquellos que, más allá de contaminar, buscan cercenar y desnaturalizar la lengua desde las instituciones. Tropelía a la que muchos medios y empresas hacen estúpido seguidismo. Los tres frentes más activos son la ideología de género y su lenguaje inclusivo, el llamado «microrracismo» y el insaciable nacionalismo oprimido por una lengua impuesta.
No es cuestión de entrar a analizar cada una de las vías de asalto y refutar sus supuestas razones. Ni el espacio ni la paciencia del lector dan para tanto, pero sí para algún comentario. Los tres arietes comparten idéntico afán torpe y mezquino: atacar una lengua milenaria para dar mejor cabida a sus reivindicaciones. Quienes pretenden que sus lenguas regionales se consoliden a costa de limitar el uso del español, aparte de mostrar poca confianza en el vigor de las mismas, aspiran a que los demás dejen de correr para ganar la carrera. Bien está y bueno es querer conservar y promover un patrimonio lingüístico, pero pretender que los otros achiquen espacio al suyo o se avengan a disfrutarlo sólo en la intimidad es de necios.
Algo similar sucede con lo del «microrracismo» con el añadido de que en este caso se confunde el culo con las témporas. Expresión muy española que, por ser ofensiva para los tontos, igual se incluye en la campaña lanzada por el Ayuntamiento de Guadalajara en defensa de un lenguaje libre de «microrracismos». Con nombre de tintes estalinistas, la iniciativa «Cuidado con lo que dices» pretende eliminar expresiones coloquiales que puedan resultar ofensivas o racistas. Su ideologizada y totalitaria visión de la educación pasa por cercenar el lenguaje; de ahí a censurar libros y obras de arte sólo hay un paso que ya se ha dado en otros lares. Les da igual si esas expresiones forman parte de un acervo cultural cuyo conocimiento es esencial para entender sus raíces, su historia y literatura. ¡Qué tendrá que ver una actitud racista con una expresión! Lo que habrá que enseñar a los niños es a dominar la lengua española para utilizarla correcta y respetuosamente. Pero ellos no aspiran a formar jóvenes cultos, responsables y libres, quieren diseñar a toda costa personas adoctrinadas, obedientes y amedrentadas.
Lo del lenguaje inclusivo ya no es que sea dañino para el idioma, que lo es y mucho como ha reiterado la RAE; es antropológicamente pernicioso. Aunque dejará sus huellas y, el daño hecho a tantos, quedará, acabará por diluirse. La misma irracionalidad que inspira la ideología que lo propugna ya está llevando a esta pseudo lengua a niveles de absurdo que ni Ionesco hubiese imaginado y con ello al descrédito.
Entre tanto, como es adicción nociva y peligrosa y ha calado en demasía gracias a la ignorancia y a las redes del pensamiento único, algunas autoridades, más cultas y con mayor apego a su lengua, han comenzado a reaccionar. Véase el caso reciente del Gobierno francés que ha prohibido oficialmente el lenguaje inclusivo en la educación nacional. Leyendo la noticia con sana envidia pensé en lo paradójica que es la vida; que la primera en poner pie en pared haya sido la patria de Simone de Beauvoir, icono de la ideología de género, tiene su aquél. Pero también evidencia que saben hacer honor al lema «lengua madre sólo hay una» y que creen de verdad que una buena educación es el primer paso. ¡Chapó!

Muy fácil de leer!
Me gustaMe gusta
Gracias Ana. Me alegro. Abrazo
Me gustaMe gusta