Ideas para la remontada – 3: Tarjeta de fidelización de consumo de proximidad

El consumo local tiene muchas ventajas. Durante el confinamiento el comercio de barrio ha sido aliado fiel del vecino; ayudar a que remonte la crisis, se consolide y crezca nos beneficia a todos. Hará de nuestros barrios, distritos y ciudades lugares más humanizados, más sostenibles y resilientes. La tarjeta de fidelización de consumo de proximidad es una idea innovadora pensada para el vecino, el comerciante y la comunidad.

El comercio de proximidad no distingue entre establecimientos grandes y pequeños. Su valor añadido no es el tamaño, sino la cercanía. Cuantas más necesidades podamos satisfacer cerca de casa, mejor. Resulta más cómodo, más personal y más sostenible. El comercio de barrio crea tejido social, aporta vitalidad, seguridad y cohesión vecinal. Genera empleo y riqueza local. Además, caminar, reduce la demanda de movilidad motorizada, haciendo  ciudades más habitables; de mejor calidad de vida.

Conservar el comercio de proximidad y promoverlo es esencial. Es un ecosistema tan indispensable como frágil. La fuerza de sus potentes competidores le hace vulnerable. Para robustecerlo es fundamental que el consumidor perciba claramente sus ventajas frente a otras opciones. Un nuevo concepto de «tarjeta de fidelización de consumo de proximidad», incentivaría el hábito de consumir cerca de la vivienda, ofreciendo beneficios adicionales al vecino, reconociendo su aportación a la comunidad.

Es una tarjeta que nace de repensar la clásica tarjeta de puntos, adaptándola a un objetivo distinto. Los clientes son los vecinos y la marca la comunidad local. Lo que se promueve es la fidelidad de los consumidores a los comercios de su barrio, sean estos de la marca que sean. Lo que se incentiva no es la compra de un producto o el uso de un servicio en particular, sino un hábito de compra; el consumo de proximidad. Por tanto las tarjetas pueden ser de barrio, de distrito o de localidad. En cuanto a los beneficiarios, no sólo lo serán los vecinos y establecimientos que deseen adherirse al programa, también se verá favorecida la comunidad.

Otra singularidad de esta tarjeta está en los premios obtenidos por los puntos acumulados al consumir en el barrio. Además del tipo de beneficios y premios que ofrecen las tarjetas convencionales, ésta incluye bonificaciones públicas. Si la comunidad se beneficia del comercio de proximidad, es lógico que premie al «consumidor concienciado». ¿Acaso al comprar cerca de casa no reduce la movilidad motorizada, la contaminación y la congestión en beneficio público? Igual el producto o servicio es algo más caro o no tan inmediato para el vecino, pero, con su comportamiento, beneficia a todos. Este compromiso cívico es un aliciente que, la comunidad, debe poner en valor. Por ello esta tarjeta, además de ofrecer la posibilidad de  canjear puntos por descuentos o premios de establecimientos adheridos,  permitiría disfrutar de ventajas en el ámbito público. ¿Quién no se sentiría atraído a acumular puntos que le supusiesen alguna rebaja en el IBI, en el impuesto de circulación, en la piscina o el polideportivo municipal? Si existen bonificaciones municipales de toda índole por razones sociales o económicas, es hora de que las merezcan quienes benefician a la comunidad apostando por el consumo de barrio.

Con las singularidades descritas, la tarjeta de fidelización propuesta, se convierte en un instrumento al servicio del comercio, del vecino y de la ciudad, poniendo en valor los beneficios que el consumo de barrio aporta y, cuyos aspectos más intangibles, no están debidamente reconocidos. En tiempos de remontada el potencial de esta tarjeta merece ser considerado. Aquí queda  la idea por si algún ayuntamiento se anima a innovar.

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