¡Gracias!

En el Libro del Eclesiastés, recogiendo las reflexiones del más ilustre de los sabios de Israel, Salomón, está escrito: «Todo tiene su momento y cada cosa su tiempo bajo el cielo». También nos lo dice el refranero «cada cosa a su tiempo y un tiempo para cada cosa». Hoy, en mis reflexiones a pie de pasillo, me toca dar las gracias.

Si mis cábalas no me fallan, que todo puede ser, han transcurrido 102 días desde que China informó sobre un brote de neumonía de etiología desconocida; 94 desde su identificación como SARS-CoV-2; 89 desde que se conoció su secuencia genética; 71 días desde que la OMS lo denominó Covid19 y declaró la emergencia internacional; 44 desde que elevó la alerta a “muy alta” y 31 días desde que declaró la pandemia. En España llevamos 30 días de estado de alerta y 29 de confinamiento.

En este tiempo se cuentan por miles de millones los actos y muestras de profesionalidad, entrega, generosidad, caridad, solidaridad, afecto y hermandad, cuyas luces  van disipando las tinieblas de ignorancia, desinformación, dolor, miedo e incertidumbre provocados por la pandemia. Tras cada una de esas luminarias hay personas, la inmensa mayoría anónimas, a las que el virus ha sacado lo mejor de la esencia humana. A todas ellas, sin distinción alguna, mi más profundo agradecimiento. Y sin desmerecer a ninguna y a riesgo de ser injusto, mi particular reconocimiento a aquellas personas, en gran medida mujeres, cuyos oficios, labores y vocaciones, siendo los menos reconocidos  social y económicamente, ahora descubrimos tan esenciales. Por siempre ¡Gracias!

Mi gratitud no responde a un mero acto de cortesía o educación. Es algo más profundo. Doy las gracias a todos por haberme considerado digno de su generosidad, por haber sido tan bendecido por el favor de tantos. Por eso doy las gracias. Porque quiero alabar a quienes, en tiempos tan difíciles, sin tan siquiera conocerme, comparten conmigo sus dones y talentos. Sí, con estas breves líneas, deseo bendecirles, mostrarles mi cariño, respeto y admiración. Y haciéndolo, siento bienestar y aprendo a estar satisfecho con lo que tengo. ¡Mil gracias!

Pero siendo muchas las recompensas que proporciona dar las gracias, ninguna alcanza la de la esperanza. Porque como católico que torpemente se  afana en conservar la fe, siento que, cada uno de los millardos de luces que iluminan la oscuridad de estos días, es un destello de la gracia divina. Veo verónicas y cirineos a doquier y, en cada uno de ellos, a Cristo tendiéndonos la mano en estos tiempos de tempestad. Y con ello, mi fe en Dios y en la humanidad, se acrecienta y mi esperanza haya respuesta, trayéndome paz. Así pues,  también quiero dar las gracias a los que durante siglos mantuvieron viva la fe, a mis padres que me educaron en ella, a la Iglesia  y a cuantos consagrados y laicos me han ayudado y me asisten día a día para preservarla y aumentarla. ¿Gracias de todo corazón?

Concluyo mis reconocimientos, que eso significa «gratia», en un sincero ¡gracias a Dios! por habernos amado tanto que, entregó a su Hijo único para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna (Jn 3.16). Arraigado en esta creencia, confiado en que el Plan de Salvación de Dios  abarca a toda la humanidad, y siendo mañana Domingo de Resurrección, aprovecho para encomendar al Padre a todas las víctimas de esta tragedia por intercesión de Jesucristo que murió y resucitó por todos, no solo por los que tienen fe. ¡Alabado sea Dios¡

Muy feliz Pascua Florida

6 comentarios sobre “¡Gracias!

  1. Gracias.
    Alabado sea Dios y que Él te bendiga por mostrarnos su grandeza a través de sus criaturas. Esas en cuya actitud y trabajo se muestra la verdadera «Caridad,» eje del Cristianismo.

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  2. Gracias Javier por recordarnos en estos momentos tan duros que siempre hay una luz y motivos para dar gracias.
    Nos apoyaremos en esos para no flaquear y apoyar a la gente que lo está pasando realmente mal. Gracias por brindarme tu amistad tras tantos años.
    Y Feliz Pascua!!

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  3. Estoy de acuerdo con todo el mensaje que lanzas. Estos sanitarios tan vilipendiados en otras épocas son en estos momentos «Luz del Mundo y Sal de la Tierra», curando a los enfermos, pero sobre todo dando afecto, cariño y acompañamiento en sus últimos momentos a los que han muerto, en muchos casos sin posible acompañamiento de sus familiares. En estas tragedias vemos, como siempre la mano de Dios a través de personas anónimas que solamente hacen su trabajo pensando en los demás, «amando al prójimo como a sí mismo». Gracias Javier por ponernos delante hoy Lunes de Pascua el sentido cristiano de la vida.

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    1. Gracias Pedro. Me alegra saber que lo has leído y si además lo compartes pues encantado. Creo que esa idea, desgraciadamente muy extendida en su praxis, de reservar para al ámbito de lo privado el ser y sentir cristiano, además de empobrecedora para el conjunto de la sociedad, anula una de las principales obligaciones de todo cristiano como es la de dar testimonio. Así que me he limitado a expresarme como lo que soy. Fuerte abrazo.

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