Siendo más bien un desahogo procuraré ser breve.
Si hubiese una red de estaciones de medición de sandeces emitidas sobre la calidad del aire los datos serían abrumadores. Y eso que, según la RAE, sólo estaríamos midiendo despropósitos, simplezas y necedades. Si sumásemos otros contaminantes incluso más nocivos como la demagogia, la falacia o la mala fe, saltarían todas las alarmas.
Comprendo y comparto, faltaría más, que el problema de la contaminación preocupe, y que se reclamen medidas. Tampoco cierta responsabilidad personal estaría de más pues contaminar, contaminamos todos. Pero, precisamente por ser un problema serio y grave, lo primero es exigir un mínimo de rigor y rechazar toda demagogia.
Sandeces se escuchan muchas y muy variadas que hay que sobrellevar aunque resulte tedioso. Pero cuando la frivolidad y el oportunismo, teñido de verdades a medias y de falsedades fehacientes invade materias sensibles como las que nos ocupa, hay que decir basta. Debemos rechazar reduccionismos populistas que ofrecen medidas estrella y soluciones basadas en la mera voluntad. No es todo cuestión de querer.
No puede ser que hayamos llegado a un punto en el que afirmar que el reto es complejo y difícil, sea tachado de excusa para no hacer nada. Precisamente los que más han hecho son los que, conscientes de la dificultad, han dedicado mucho esfuerzo a mejorar la calidad del aire. Sí, he dicho bien, a mejorar la calidad del aire, pues es justamente lo que ha sucedido en las últimas décadas como muestran los registros.
Decir lo contrario es falsear la realidad. Cosa distinta es que haya que proseguir en el empeño como así debe ser, innovando ampliando y reforzando medidas. Pero aceptar resignadamente un sentimiento de inacción por no haberse alcanzado ciertos objetivos no es de recibo; primero porque asumir mentiras es malo para la salud y segundo por ser del todo injusto. Mantenerse en forma es muy deseable y hay que perseverar en ello, sentirse culpable por no correr 100 metros en 10 segundos es estúpido. Pretender lograrlo en unos años entrenando mucho es pueril. Seamos serios.
A quienes se dedican a propagar la denuncia de que la acción ha sido escasa e insuficiente porque se han superado unos límites, habría que preguntarles si saben de lo que hablan. Si tienen idea del esfuerzo realizado. Si conocen cómo se fijaron esos valores límite, cuáles eran los escenarios en los que se basaban y si estos se han cumplido. Y a los que sabiéndolo insisten en sus denuncias desde virtuosas torres de marfil, habría que pedirles dos cosas; que ejerzan su cuota parte de autocrítica, pues tienen mucho que revisar y, sobre todo, que no nos falten al respeto.
