Ayudar A Quien Ayuda

Ayer pude comprobar una vez más que compartir es algo más que dar. Estando allí me dio por pensar en el poder transformador de la generosidad, ese sentimiento que despierta en tantas personas el deseo de sacrificarse por los demás sin esperar nada a cambio. Diréis, – es algo cotidiano-  y es cierto, pero no por ello deja de ser un fenómeno extraordinario que merece atención. Así que hoy de decidido rendir un pequeño homenaje a todas esas almas generosas que, con su ejemplo, nos inspiran a los demás. Porque compartiendo, haciendo el bien, no sólo benefician a los destinatarios de su altruismo, que ya es mucho. Además y esto es lo grande, nos ayudan al resto a crecer humanamente.

Si dar supone desprenderse de algo, mucho o poco, material o no, hacerlo con generosidad aporta un nuevo sentido a la acción, le añade valor. No me refiero a que se dé en mayor cuantía, sino a que se da de otra manera; se comparte. Porque la generosidad que supone actuar con nobleza de ánimo, lleva a implicarse, a establecer un vínculo con el que recibe generando un sentimiento mutuo diferente. Es como al hacer un regalo. Todos sabemos que no es lo mismo limitarnos a cumplir, que esforzamos para procurar agradar. En el primer caso todo concluye una vez hemos cumplido, lo tachamos de la lista de deberes y a otra cosa. Sin embargo, cuando le hemos puesto cariño nos involucramos, compartimos algo de nosotros y la respuesta es totalmente diferente. Quedamos a la espera de la reacción, nos importa y mucho haber acertado y si lo logramos, la alegría sentida compensa con creces el esfuerzo y descubrimos la grandeza de compartir.

Tengo por cierto que todos llevamos dentro la cualidad de la generosidad como seña de humanidad, aunque sea de forma latente. En algunos aflora de manera espontánea, los menos diría yo, la mayoría precisamos de estímulos para superar los egoísmos que la mantienen oculta.  Por eso, desde bien tiernos, los que de verdad nos quieren nos incitan a ser generosos, enseñándonos a compartir, porque desean que seamos más humanos, más felices. Pero a medida que maduramos el noble sentimiento de la generosidad tiende a verse de nuevo sometido a intereses más prosaicos quedando aletargado. Entonces dejamos de ser niños felices. Pero todo no está perdido porque a nuestro rescate llegan esas almas generosas que mencionaba, con su ejemplo y  con los medios que nos ofrecen para que podamos volver a sentir la felicidad de compartir.

Como decía muchos, muchísimos son los generosos. A todos mi gratitud y mis felicitaciones. Pero hoy quiero mencionar expresamente, en representación de todos ellos, a la asociación que me ha convocado esta mañana cuyo nombre, Ayudar A Quien Ayuda, la define a la perfección. Vaya este pequeño brindis por vosotros amigos, Berta y José, promotores y custodios de ese gran cauce de generosidad que habéis creado y a la gran familia de voluntarios que se os han unido. Día a día ayudáis a muchos más de los que pensáis. Muchas gracias y Enhorabuena.

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